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¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Pero con elegancia

Cualquier día se independiza Triana y la Dos Hermanas irredenta ya nos reclama Bellavista

ABANDONEN toda esperanza, Sevilla no contará nunca con una ley de capitalidad andaluza. El alcalde Muñoz es consciente, pero tremola el estandarte de San Fernando porque sabe que eso le da votos y pone en aprietos al PP. El sistema territorial español es fractal y repite sus vicios independientemente del tamaño que se reproduzca. Los mismos nacionalismos que vemos a escala autonómica los observamos en la provincial, comarcal y local. El valle del Guadalquivir y las cordilleras que lo flanquean acoge una tupida malla de ciudades que nació con Roma, se cebó con el moro y se embelleció en el Barroco. Y casi ninguno de estos asentamientos está dispuesto a darle a Sevilla su condición de primus inter pares, por mucho que por historia y peso se lo merezca. Desde luego no se lo dará Málaga, ciudad novorrica que está dispuesta a luchar por su liderazgo en Andalucía. Razones no le faltan. La capital mediterránea está de moda, repleta de turistas y cuadros, liderando estadísticas y con sus hijos mandando en San Telmo. Pensar que el malagueño Juanma nos dará lo que no nos dio el sevillano Chaves es pecar de ilusos. Cada vez que alguien saca del cofre la propuesta de la ley de capitalidad, el alcalde de Málaga tira de sarcasmo y dice aquello de que ellos lo harían gratis, sin contraprestaciones económicas o jurídicas. Francisco de la Torre también tiene que ganar elecciones (y de hecho lo sabe hacer muy bien). A Sevilla le ha pasado lo que al Imperio español, lleva siglos en retroceso. Cualquier día se independiza Triana y la Dos Hermanas irredenta ya nos reclama Bellavista. A este paso vamos a tener que crear una Tabarnia hispalense. Hay que tomarse estas cosas con humor. Que manden ellos.

El sevillano, además, no se deja querer. En las playas somos los más odiados después de los madrileños, unos gachupines arrogantes a los que no nos salva ni la diplomacia de la Cruzcampo ni el discurso neoandalucista de Juanma. Los alcaldes de la costa nos despluman con el IBI de las urbanizaciones y nos dan servicios tercermundistas.

¿Qué hacer? A estas alturas estaría feo un discurso populista, un "Volvamos a hacer grande Sevilla" o "Los sevillanos primero". Las ciudades antiguas tenemos nuestras obligaciones. Entre ellas la de no ponerse tremendos y practicar una ética de la fatiga histórica, como el fin de raza de una vieja familia viscontiniana. Que no se nos note, por favor, la frustración. Recuerden aquellos versos de Jaques Brel: "Están desesperados, pero con elegancia".

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