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La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

El embarque del turismo

Háganse bien las cosas para que el embarque del turismo no levante una polvareda temático-franquiciada

Hace mucho tiempo, en unos artículos muy, muy lejanos, este modesto escribidor sugirió que se crearan itinerarios que diversificaran la oferta turística sevillana. No por descongestionar el tematizado, degradado y masificado entorno de la Catedral, porque entonces aún no rugía la marabunta turística, sino por valorar tesoros desconocidos. No es que uno fuera un genio, cosa que tras tantos artículos ustedes no ignoran, sino por sentido común, conocimiento de la ciudad y haber vivido varios años en Roma. En uno de ellos proponía que se creara una ruta del mudéjar que fuera desde San Isidoro a San Julián pasando por San Pedro, Santa Catalina, San Juan de la Palma, Omnium Sanctorum, Santa Marina, San Marcos y San Gil, lo que incluiría los palacios, calles, callejas, conventos, arco macareno, murallas y la gloria barroca de San Luis. Y sugería -porque lo había disfrutado en Roma- que la calle San Luis se convirtiera en la Via Giulia sevillana. Esta hermosa calle romana que va del puente Sisto al Largo dei Fiorentini se alumbraba cada verano con fiaccoli -grandes velones- y en cada iglesia se ofrecían conciertos. ¿Imaginan así Bustos Tavera y San Luis desde Santa Catalina y el convento de la Paz hasta San Gil?

Ahora, como informaba ayer la compañera María José Guzmán, el Ayuntamiento se propone derivar el turismo masivo a otros puntos como la Muralla de la Macarena o el eje Betis, Altozano y Paseo de la O. La cuestión sería hacerlo sin tematizar estas otras Sevillas para que no acaben como el grosero mamarracho en que han convertido el entorno de la Catedral. Es decir que los turistas puedan conocer una ciudad auténtica, comer y beber en bares sevillanos y no en gastrobares como los que van apareciendo con éxito por San Luis y pasear por calles habitadas por sevillanos y no entre apartamentos turísticos y hoteles (como ya pasa en la Encarnación).

Es decir que se permitan el lujo de parar en El Rinconcillo, Los Claveles, Vizcaíno, el múo del bacalao o la taberna de Gonzalo Molina; de un cartucho de chicharrones del puesto de Javier Roiz y unos quesos de Rafael Ramírez -Rafaelito el del ques- en el mercado de la calle Feria; y, según la hora, unos calentitos de las calenterías de la Esperanza en Feria o del kiosco de la Macarena. Opciones mejores que tomar cositas raras en un local de decoración calculadamente estropeá con aire de Berlín de posguerra.

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