Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Un empeño imposible

Alguien debería explicar el empeño durante años en una obra que lo tenía todo en contra y tenía alternativas

Sevilla se ha quedado, esta vez de forma parece que definitiva, sin el dragado del estuario del Guadalquivir, que hubiera convertido su puerto en uno de los elementos estratégicos para el futuro de la ciudad. El Tribunal Supremo ha reiterado esta semana, en su segunda sentencia sobre el asunto, que las obras de profundización del canal de navegación no están justificadas porque afectarían a la calidad ambiental del Parque Nacional de Doñana y éste, con criterio perfectamente comprensible, es un bien al que hay que proteger de cualquier amenaza. La cosa no ha podido extrañar a nadie porque estaba descontada desde hace tiempo. Pero es importante resaltarla porque supone un revés más -la cuenta se perdió hace ya mucho tiempo- que sumar a los muchos que ha sufrido la ciudad en las últimas décadas, sea por sus propias deficiencias como sociedad o por el abandono al que Sevilla ha estado sometida por las administraciones.

De hecho, el dragado del río para potenciar el puerto, junto con la construcción de una red de Metro o la finalización de la segunda circunvalación, con los túneles, ha figurado desde hace años entre los grandes retos para levantar Sevilla y era una de las reivindicaciones básicas de la plataforma Sevilla ya, que, impulsada por el presidente de la Confederación de Empresarios, Miguel Rus, se presentó hace un par de semanas.

Que el dragado vaya a dormir el sueño de los justos, junto a tantos proyectos -desde el canal Sevilla-Bonanza al Metro, pasando por tantos otros- suma una frustración más. Quizás aquí el error haya sido empeñarse durante años en una obra que, más o menos, en función de quién lo cuente, tenía en Doñana su espada de Damocles. Doñana es una marca mundial en preservación de la naturaleza y cualquier medida que la afecte tiene enorme resonancia en Europa. Habría que preguntarse a qué intereses concretos respondía el mantenimiento de esta demanda, que tenía un obstáculo de imposible superación, como se ha demostrado.

El Puerto por boca de su presidente, Rafael Carmona -uno de los pocos políticos sevillanos de los que nadie habla mal- ha venido a decir que ya se había dado por imposible el dragado y que se está en otra pantalla: la de poner en marcha alternativas que, sin consecuencias medioambientales para el parque nacional, pueden mejorar las condiciones de navegación entre Sanlúcar y Sevilla. Sólo hay que hacer una apostilla a esto: si ello era posible, alguien debería explicar por qué se ha perdido tanto tiempo y tanta energía en un empeño imposible y por qué no se pusieron en marcha cuando tocaba las alternativas que ahora se contemplan.

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