EL PSOE tiene tanto control de las estructuras de poder en Sevilla que algunos de sus más conspicuos miembros se permiten el lujo de poner en el escaparate sus luchas por controlar el partido, llave para otorgar puestos de trabajo y estar en las listas electorales. En esas estamos, y la experiencia indica que en estos periodos de cuenta atrás para la elección del comité provincial, son los irreconciliables compañeros de partido quienes más se alegran de los golpes que sufren sus rivales de congreso. Tanto o más que los dirigentes del PP.

Los militantes socialistas más veteranos deben recordar que la defenestración de líderes a nivel sevillano y andaluz no se ha producido por el acoso y derribo de la oposición, ni por derrotas electorales, sino por los enfrentamientos entre facciones del PSOE bien instaladas tanto en su organigrama como en los gobiernos. Y en ocasiones se ha llegado al extremo de inducir la filtración de datos que, aireados en el mercado informativo, perjudicaban la imagen institucional y personal de quienes querían forzar a dejar los cargos. Maniobras de riesgo calculado (pues se le da munición dialéctica a otros partidos y no conviene provocar un Watergate de tomo y lomo). El enemigo en casa hasta que se refrenda quién manda en casa.

Hasta el 19 de julio, fecha del congreso provincial, todo aquel dirigente socialista con aspiraciones a un buen lugar en la parrilla de salida, tendrá especial cuidado para no dar un resbalón en público y para que no se lo den a tenor de alguna decisión del pasado poco amiga de las reglas del juego. Ya saben, nadie es perfecto y en los cabildeos de pasillos y despachos hay gente que acaba enterándose de alguna desaplicación o inconveniencia. Por eso todos pasan revista a sus colaboradores de confianza para que estén prietas las filas y al loro de cualquier maniobra orquestada en la oscuridad.

El poder une. El exceso de poder separa.