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Hablemos de educación

Javier Ros Pardo / Javierros@ Auna.com

Lo que enseñan los 'andaluces por el mundo'

ESTE programa que Canal Sur emite los lunes no parecía concebido como "educativo", pero lo es con mayúsculas. Educar también es mostrar nuestro mundo de forma asequible, aprender a mirar desde la perspectiva del otro, a observar la propia tierra y valorarla con la lucidez que da la lejanía. Cada programa es una lección de cosmopolitismo, de tolerancia y cultura humanista. Y es que, a pesar de las razas y las lenguas, el ser humano es uno.

Hay una diferencia abismal entre los que no salieron nunca de su tribu y los que sí lo hicieron. Históricamente no debemos mucho a aquellos sevillanos cerriles que presumían de "No haber ido jamás más allá de Carmona y Chipiona". Si España y Andalucía empezaron a modernizarse fue gracias a los que se fueron, aprendieron y volvieron trayendo al terruño luces e ideas nuevas.

Estudiar la diáspora de los andaluces es apasionante. El programa puso rostro a algunos de los dos millones que desde 1939 hasta ahora se fueron sin billete de vuelta, en la mayoría de los casos. Lo horroroso es ver que en semejante sangría, los mejores y más emprendedores, los que más podrían haber contribuido a sacar a Andalucía de su secular atraso, con un dolor inmenso se quedaron en su tierra de adopción para siempre, y si regresaron alguna vez, fue de vacaciones.

En función de las causas de su partida podrían agruparse más o menos así: los que huyeron a cuenta de la Guerra Civil y sus secuelas. Los "exportados" por Franco durante su dictadura (por cada contrato firmado por un españolito para trabajar en la Europa próspera, su gobierno cobraba 350.000 pesetas).

Los que pese a los años de cierta bonanza económica, el mundo se les quedó pequeño y buscaron nuevos horizontes, incluso en las antípodas. Los que poseyendo una muy alta cualificación profesional hubieron de marcharse ante la falta de salidas en su tierra. Los más generosos, que se fueron a lugares muy pobres como misioneros, o cooperantes de una ONG. Los que demuestran que los tiempos han cambiado y para mucho mejor: los profesores del Instituto Cervantes; los delegados comerciales de empresas andaluzas, o los felices becarios del Erasmus…

Sorprenden con sus atinadas explicaciones sobre las sociedades que les acogieron, haciendo unos análisis llenos de clarividencia y originalidad. Sienten un gran orgullo por sus raíces y los mejores valores de su tierra. Sueñan con volver, pero sucede que el amor y las querencias son la palanca del mundo que explica exilios, lejanías y nostalgias: unas veces surgió fortuitamente aquí mismo en la Expo 92, otras a través de internet, o en el lugar y de la forma más impensable. En muchos casos fueron los hijos lo que impidió el retorno.

Entre todos pulverizan el tópico del emigrante andaluz: abundan los empresarios audaces que triunfaron desde la nada, los que llegaron a ocupar puestos muy relevantes en todos los ámbitos de su país de acogida; las mujeres emprendedoras que lograron lo imposible donde llegaron solas y sin conocer a nadie. El mérito de los que universalizaron el flamenco enseñándolo por todo el planeta no es inferior al de los japoneses que trajeron a Andalucía sus milenarias artes marciales. Capítulo aparte merecerían los científicos de alto nivel que, si vuelven, les espera el mismo futuro que tendría un torero en Finlandia.

A base de buen gusto, cada espacio neutraliza el concepto Made in Berlusconi de que "En televisión, cuanto más morbo y zafiedad más se vende". Que tanto daño ha hecho en Italia y España. Eso no puede ser así y en la sencillez de sus planteamientos está su fuerza. Poco a poco vamos saliendo de la pesadilla que impuso la dictadura del mercantilismo, y los utópicos que crearon el Canal Sur 2, pensando que "otro tipo de televisión es posible", van ganando la batalla.

Por lo mucho que nos pueden enseñar, por la calidad de nuestra televisión, vaya nuestro voto por la continuidad del programa. Es muy bueno para los que nunca salieron y también para los que, una vez, tuvimos la osadía de volver.

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