REAPARECE el campeón del mundo, ese equipo absurdamente llamado La Roja, y lo hace en competición oficial bajo una plaga de ausencias de bastante calado. Esto no tiene que ver con el bodrio artificial de Buenos Aires ni con la aventura azteca de mediados de agosto. Lo de ahora es ir ensamblando escalones con vistas a la Eurocopa de 2012, palabras mayores, que da la casualidad de que ese título también obra en nuestro poder y que para renovarlo hay que ir haciendo camino al andar. Toca hoy Lituania en casa del seleccionador, en esa Salamanca volcada con la selección y una terrible incógnita revolotea en su vertical.

Esa duda tiene nombre y apellido, Xavi Hernández, el manijero mayor del reino y de tantos y tantos reinos. No estará el egarense en cancha y la incógnita que nos corroe los adentros es qué influencia tendrá en el juego del equipo. Incidencia, por supuesto, para mal, ya que mejor que se ha jugado bajo su batuta es imposible. La última experiencia similar ocurrió en el Monumental de River y vaya cómo notó el equipo su ausencia. Tanto la notó que la cosa fue imposible de enderezar aun luego con su concurso. Por eso, y aunque el rival es menor, que los nuestros no tengan a Xavi para desahogar el juego o volver a empezar resulta, como mínimo, inquietante.

Todo indica que ese papel de aglutinador tan necesario para la buena marcha del negocio recaerá en Iniesta y por ahí aparecen otras preocupaciones. No sé cómo resistirá el manchego prodigioso la luz del foco que recae mayormente en el manija. Iniesta siempre se manejó como complemento, como un satélite que brillaba esplendoroso por la luz propia de Xavi y son cuestiones que dan que pensar. Ojalá la ausencia de Xavi no sea determinante, para mal, en el discurrir del choque con Lituania y se revele Iniesta como un jugador aún más largo de lo que ha mostrado hasta ahora. Luego llega Escocia, pero ésa es otra historia. Ahora sólo interesa Lituania y... sin Xavi.