Cambian los tiempos que es una barbaridad y eso se me aparecía antier noche en el partido de homenaje a Rubén Castro. Organización modélica, presentación del equipo ante su clientela, reconocimiento a un futbolista que fue providencial en los años de plomo, pero poca afluencia en la grada. Y eso que se trataba de recompensar a un futbolista muy querido a sabiendas de que la recaudación iría a parar a sus bolsillos, a los de Rubén, claro.
Antañazo todos esos requisitos eran motivos más que suficientes para una afluencia digna. No es que se colgase el no hay billetes, pero en la memoria tenemos homenajes con un taquillaje muy superior. Aquellos homenajes a Rogelio, Enrique Lora, Pablo Blanco, Cardeñosa, Biosca, Esnaola o Sanjosé tenían los mismos ingredientes que el de antier noche, idénticos argumentos a excepción de eso, de que los tiempos cambian que es una barbaridad, y por ahí el detalle.
Nadie puede ponerle un pero a la organización y tampoco a lo bien que había calado la idea en la afición, pero el dichoso tiempo lo cambia todo y ni siquiera lo asequible de los precios ayudó a que el coliseo bético se cubriera en la mitad de su aforo. Pero es que el fútbol amistoso ya no le interesa a casi nadie y como la televisión, por si fuera poco, te lo sirve en la sala de estar, pues ahí tenemos la imagen desoladora de la desmesurada cantidad de butacas que aparecían vacías.
Por lo demás, una noche entrañable viendo cómo un tipo tan introvertido como el canario se emocionaba ante el cariño de la afición que más lo quiso. Paralelamente, la opaca imagen que dio el equipo en la hierba, con fútbol plano y excesivamente vulnerable en defensa. Ojalá cuando el juzgado diga la fecha del debut con el Valladolid, el grupo que maneja Rubi dé una imagen más propicia al optimismo. Con la pobre afluencia fue esa imagen lo peor de una magnífica noche.
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