Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

El error Rivera

Fue la soberbia lo que le hizo a Rivera leer mal los mensajes que le llegaban desde el electorado (Artículo publicado el 31 de octubre en la antesala de la campaña electoral)

Si las encuestas aciertan y Ciudadanos se pega el 10 de noviembre el batacazo que le pronostican se volverá a demostrar que la gente no es tonta y que no se le puede vender mercancía averiada. Y si el revolcón se lleva por delante a Albert Rivera le estará bien empleado por haber demostrado una absoluta falta de madurez y no ver lo que la complicada situación política española requería de su partido: ser el garante de la estabilidad una vez superada, parece que para siempre, la época de las mayorías absolutas del PP y del PSOE y no dejarle ese papel en exclusiva a los nacionalistas.

Pero Rivera no entendió que eso era lo que sus votantes reclamaban y se ofuscó. Pero con él se ofuscó buena parte de la dirección del partido -¿Inés Arrimadas incluida?- y a los que abiertamente discrepaban, entre ellos algunas de las voces con mayor prestigio en la organización, se le enseñaba la puerta. De error en error hasta llegar a la situación que ahora mismo reflejan todos los sondeos y que deja ver un Ciudadanos desnortado que intenta agarrarse a la crisis de Cataluña como a un clavo ardiendo.

Lo de Rivera fue un caso patológico de torpeza política, pero también de soberbia. Fue la soberbia lo que le hizo leer mal los mensajes que le llegaban del electorado desde que decidieron convertirse en un partido nacional. Tuvo un sueño: que él iba ser el líder indiscutible de la derecha, que iba a darle el sorpasso al PP y que eso, más pronto que tarde, lo llevaría en volandas a la Moncloa.

Se equivocó en todo. El PP es un partido sistémico y derribarlo no es tarea fácil por mucha Gürtel que le pongan por delante. Tendrá momentos mejores y peores, y líderes más o menos sólido, pero no se ve en el horizonte que vaya a dejar de ser la marca de referencia de la derecha española. Pero sobre todo se equivocó al no ver que lo que querían los electores de Ciudadanos es que este partido contribuyera desde el centro a que no hubiera vacíos de poder en España. Tenía una posición de clave para centrar a socialistas o populares. Es lo que pasó en las elecciones del 28 de abril. Muchos de los que se acercaron a las urnas con la papeleta naranja lo hacían buscando estabilidad. Y los resultados avalaron esta posibilidad. Luego ya saben lo que pasó: Rivera no quiso ni oír hablar de una posible investidura de Sánchez al que consideraba poco menos que el Anticristo de la política española. Ahora mira con horror lo que, según las encuestas, se le viene encima. No podrá decir que algunos, dentro y fuera de su partido, no lo habían avisado.

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