Tribuna Económica

gumersindo / Ruiz

Siete errores capitales de política económica

HE recibido una nota del profesor Ramón Tamames, en forma de carta dirigida al presidente del Gobierno, en la que de manera suave, incluso complaciente, señala los errores de la política actual. Pero incluso cuando alguien quiere ser complaciente y utiliza la manida y banal expresión de que "se hace lo que no había más remedio que hacer" muestra dos dudas: una, que el futuro económico no está escrito, y que el paro, la recesión, la pobreza deberían ser evitados por quienes tienen la responsabilidad política y el encargo de gestionar la economía; y otra, que hay tantas cosas que podrían hacerse y no se hacen que no se justifica provocar en el país un deterioro social y económico casi irreversible.

Los aspectos positivos: exportaciones y turismo, los encuentra el profesor Tamames normales, funcionan solos, y las cuentas exteriores se equilibran por la caída del consumo interno y las importaciones. Destaca cuatro cuestiones negativas: una, el escaso conocimiento que se tiene del funcionamiento de nuestro mercado de trabajo, pretendiendo reformarlo de forma simplista facilitando el despido y rebajando nóminas; dos, la nula política de vivienda y la dudosa salida que se quiere dar a los activos inmobiliarios de las entidades financieras; tres, la falta de criterio respecto al sector energético, que califica de "caótico"; y cuatro, el descuido absoluto de los sectores agrario e industrial, que deberían ser claves en una restauración de nuestro sistema productivo.

Estando de acuerdo con lo anterior, para mí los siete errores fundamentales son: primero, no entender la naturaleza de nuestro desempleo como falta de capacidad de nuestra economía para crear empleo sostenible, productivo y bien remunerado; segundo, que la política fiscal, sin impulsar la economía y aumentar la recaudación, ahonda en vez de solucionar el problema del déficit; tercero y cuarto, la intervención en el sistema financiero lo ha dañado aún más, sin encontrar soluciones distintas a la deuda pública, sin solución tampoco para los activos inmobiliarios, ni perspectivas de financiación para la empresa; quinto, la prima de riesgo ha sido una obsesión -fácilmente corregida por el Banco Central Europeo-, descuidando exigencias a plantear en Europa sobre empleo, inversión, agricultura, industria, en suma, sobre la economía real.

Sexto, nos hemos agarrado al Banco Central, olvidándonos de los fundamentos de los mercados; en noviembre de 2011 la calificación crediticia de España era aún muy alta, AA, (gracias, entre otros, a la gestión del Secretario de Estado José Manuel Campa), pero desde entonces cae hasta llegar a una miserable BBB-, nueve escalones en menos de un año, lo que sólo se explica por la percepción de que las medidas que se tomaban y reformas que se anunciaban sólo podían llevar a España a una profunda recesión. Y séptimo, hay una clara ideología neoliberal en la política de no hacer y esperar soluciones espontáneas de mercado, algo en lo que también incurrió el anterior gobierno (con la indecisión de no tener mayoría parlamentaria ni en las autonomías, y una presión general por reformas mal entendidas).

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