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El balcón

Ignacio / Martínez

El escrache se deplora cuando se sufre

LE pregunto a Google por escrache y en una décima de segundo responde que hay más de dos millones y medio de resultados. Hemos encumbrado una palabra de la que nadie tenía noticia hace poco. Antonio Burgos nos dio una lección de etimología para explicar de dónde viene. Yélamo y Colón relataron viejos episodios de acoso a políticos sevillanos; Monteseirín, Torrijos, Serrano. La lista es interminable. En Almería, funcionarios en cólera contra la reestructuración del sector público andaluz reventaron actos de Griñán en noviembre de 2010. En Granada en 2006 un grupo de estudiantes izquierdistas impidió la intervención de Manuel Fraga en la universidad. Un año antes un grupo ultra le montó algo parecido a Carrillo cuando lo investían doctor honoris causa por la Universidad Autónoma de Madrid. En el mismo lugar fueron víctimas de acosos similares Felipe González en 1993 y Aznar en 2006. Se supone que por grupos diferentes.

Ahí está el detalle. Cuando un año tras otro, un grupo de radicales, tomó la costumbre de abroncar al presidente Zapatero en el desfile del Día de las Fuerzas Armadas, sin respetar siquiera el silencio durante la ofrenda a los caídos, hubo dirigentes del PP que lo lamentaron y otros que se regocijaron. Estos últimos no tienen ahora mucha autoridad moral para lamentar que les monten una bulla en la puerta de su casa. Estos acosos son escasamente democráticos siempre; por noble que sea su causa. Y la de los desahucios lo es. Por cierto, la Administración General del Estado, Hacienda, Seguridad Social o ministerios, ejecutan embargos a viviendas de pequeños o medianos empresarios, a quienes la crisis les ha dejado sin negocio y el Gobierno sin techo. Y sobre esto hay poca protesta.

El guerracivilismo sigue siendo un mal que aqueja a este país y sale a flote cada poco. La pésima relación entre los dos grandes partidos lo demuestra a diario. Y demasiada gente se alegra de actuaciones públicas contra sus adversarios que después lamenta amargamente cuando las padece. Esto recuerda una anécdota que se atribuye a Nikita Kruschev durante el congreso del Partido Comunista de la URSS en 1956. En su discurso secreto de cuatro horas relatando los crímenes de Stalin se oyó una voz que preguntaba dónde estaba él mientras ocurrían tales atrocidades. Tras preguntar varias veces sin respuesta quién era el autor de la pregunta, el nuevo jefe del PCUS habría afirmado: "entonces camarada, yo estaba donde tú estás ahora". Pues bien, para evitar estar en tan incómoda posición sería saludable que todos los partidos del espectro político y relevantes personalidades de la sociedad civil se pronuncien siempre contra los acosos, los protagonice quien los protagonice y sea cual sea su causa. Para que deje de ser cierto que aquí sólo se deplora lo que se sufre.

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