Coronamos hoy la muy siempre temida cuesta con dignidad y considerable esfuerzo, pero tras llegar a la cumbre no sabemos si lo que nos aguarda es una etapa llana o vienen más repechos con aspecto de pared. Se va enero con sus habituales daños colaterales y ahora miramos al mes que lleva la locura impresa en sus adentros con la desconfianza propia que provoca este tiempo tan convulso y tan lleno de incertidumbre. No sé qué será peor, si ese pasado que se eterniza como presente o el futuro que aguarda emboscado en cada revuelta del camino. Enero con su cuesta tiene la fama, pero otros no se quedan atrás y febrero con su locura congénita es de los que acarrean un cupo más abundante de intranquilidad. Claro que siempre queda el consuelo de saber que, un año más, la temida cuesta que sucede a los excesos navideños fue superada. A ver ahora qué pasa.