TIEMPO El tiempo en Sevilla pega un giro radical y vuelve a traer lluvias

¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

D. H. P, el espía que las amó

Los métodos del agente son todo un avance. Se ha preferido hacer el amor antes que la guerra sucia

EL tema uno del primer curso de Espionaje y técnicas de información se puede resumir más o menos de la siguiente manera: “Si un día estás tomando una copa en el bar de un hotel y se te acerca una ejemplar de sapiens hermosa y joven que, repentinamente, se siente arrebatadamente enamorada de ti... de ti, que en tu vida solo has ligado lo imprescindible y que ya has pasado largamente los cincuenta... desconfía, es un agente enemigo. Probablemente acabarás degollado en tu habitación, o con un chip introducido en algún orificio del cuerpo, o siendo víctima de un chantaje que te hará un traidor a tu patria y a tus compañeros”.

Como ya sabrán, cinco señoras catalanas antisistema y de la cosa independentista han denunciado a un agente de policía infiltrado en el movimiento soberanista que usó con ellas el viejo truco del ligue para sonsacarles una información que, seguramente, ha mejorado la seguridad nacional. Según las abogadas de las supuestas víctimas, la actuación de D. H. P –así se llama el agente– “traspasa los límites éticos, atentando contra el núcleo esencial de estas mujeres y de su autonomía sexual”. Probablemente en este asunto hay mucho de despecho amatorio a lo Shakira o de furia elemental tras darse cuenta las componentes del harén de D. H. P. de que han hecho las panolis ante este Don Juan policial, quien ha aprendido de James Bond que el erotismo es un método mucho más fino y placentero para acceder a la información que el polonio de Putin o los matones de Fidel. No aciertan las agraviats al mover el asunto. Mejor consolarse con el recuerdo de los mejores y dulces momentos.

Los métodos de D. H. P. son todo un avance si lo comparamos con las viejas técnicas policiales. Se ha preferido hacer el amor a la guerra sucia, que era la costumbre en tiempos de los celebradísimos Suárez y González. La sensualidad de Sánchez lo impregna todo. El Ministerio del Interior y las asociaciones de derechos humanos no solo no deberían perseguir a este ejemplar servidor público –cuyo celo profesional es comparable al de Pantaleón, el inolvidable oficial peruano creado por Mario Vargas Llosa, otro caballero al servicio de las damas– y sí proponerlo para la Orden del Mérito Policial o el Premio Internacional Fouché, si es que tal cosa existe. Por mi parte, como ciudadano raso, me atrevo a felicitar a este soldado del amor. Gusta saber que los agentes van por ahí haciendo cosas útiles. Esperemos que la próxima vez que se organice un referéndum ilegal, que se intente volar la democracia, no coja a nuestro servicios de información viendo a las vacas pastar, como ocurrió en los tiempos del hoy reivindicado don Mariano Rajoy.

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