Hemos coronado la cima del verano y de sus muchos atractivos embocando esa fecha clave que es el puente de la Virgen de Agosto. Tiempo de movimientos migratorios que ponen el litoral hasta la mismísima corcha, con el no hay camas en todos los centros de alojamiento. Y a la misma vez, un clima de expectación inusitado en estas vísperas de la Virgen, que en Sevilla es la de los Reyes, por la que reinan los reyes y por la que se beben los vientos los sevillanos. Es sin duda la cresta de la ola de un verano inusitado por la misma causa que se hicieron insólitas tantas celebraciones. El origen de esta expectación ilusionada está en ese síndrome de abstinencia creado por los dos años de ayuno y abstinencia obligados por la puñetera pandemia. Se ha hecho de nuevo la luz, es un decir, y bien que se nota por mucho que esa nueva luz la hagan tan mortecina los mandarines.
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