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Crónica económica

Gumersindo / Ruiz

Una estrategia para las cofradías

LAS cofradías tienen una importancia socioeconómica notable, no sólo por su patrimonio, sino también por lo que suponen como experiencia cultural de gran riqueza y plasticidad. Sin embargo, con frecuencia se les plantea el dilema de salir o no salir en caso de que haya alguna probabilidad de lluvia, y esta época, entre el final del invierno y el principio de la primavera, suele ser especialmente inestable, de aquí que es raro el año en que no se presenta el problema.

La decisión está sesgada hacia no salir, ya que salir es un riesgo importante para quien toma la decisión, mientras que lo contrario, no salir, no lo tiene. Aun en caso de que la procesión no salga y no llueva, la responsabilidad se salva por la prudencia que siempre hay que tener en estos casos. No es una decisión fácil, pero no tiene consecuencias.

En Economía, la toma de decisiones se apoya fuertemente en incentivos, costes, beneficios y en el análisis de probabilidades. Las predicciones meteorológicas han ganado en precisión y, además, se expresan en términos probabilísticos, pero no creo que pueda avanzarse mucho más en este sentido, pues la Semana Santa cambia en el calendario en un intervalo que, aunque no es muy amplio, sí lo suficiente como para quitar certeza al comportamiento del tiempo. Además, la mejor predicción es la más reciente y difícilmente puede aproximarse más; aunque no sé si con un encargo especial al Instituto de Meteorología podría ganarse algo en esta línea.

Los análisis de probabilidades valoran si el mayor porcentaje de que ocurra o no un suceso se agrupa alrededor de un valor que gráficamente toma la forma de una campana; las colas a un lado y otro de la misma se descartan por ser probabilidades muy pequeñas. Sin embargo, cuando el coste de un suceso es muy alto, es imprudente arriesgarse aun con una probabilidad pequeña de que ocurra. En este caso, el daño no es graduable y si llueve el daño patrimonial es muy elevado. Por el lado del beneficio, aunque no es cuantificable lo que representa salir o no salir, el número de personas pendientes del evento es muy grande, tanto dentro como fuera de la cofradía, por lo que hay que tomarlo en consideración para la toma de decisiones.

Las soluciones han de darse fuera de los términos en que se plantea el dilema. Es paradójico que la riqueza misma de las procesiones sea un obstáculo para que, en caso de mal tiempo, puedan cumplir su función, pero este hecho forma ya parte de la vistosidad de muchas de ellas. Podrían construirse refugios estratégicamente situados para refugiarse los pasos, y otros más simples para guardar ropas y objetos valiosos, lo cual requiere un estudio de distancias y ubicaciones idóneas. En caso de duda, se restringirían los objetos de valor en la procesión. En segundo lugar, habría que celebrar un concurso de ingeniería para diseñar un sistema de protección de pasos. Una tercera cuestión a considerar sería la contratación de un seguro colectivo para reparar algún posible daño si, a pesar de todas las precauciones, se produjera. Y, por último, una consultora podría recopilar ideas y elaborar un informe para la toma de decisiones, en ésta y otras cuestiones objeto de debate en torno a las procesiones.

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