¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

La Europa de Carles Puigdemont

En asuntos como el de Puigdemont, Europa siempre se la coge con papel de fumar. Putin se la merendará

La verdad es que nos habíamos olvidado de Puigdemont y, cuando vimos su nombre abriendo todas las ediciones digitales de los periódicos la noche del jueves, sentimos una cierta duda, algo así como un "lo tengo en la punta de la lengua…". La política en España se ha convertido en los últimos tiempos en un restorán de comida rápida -que se lo digan si no a Pablo Iglesias y Albert Rivera- y Carles Puigdemont, un feo de copla, dura en los telediarios lo que sus enrevesados asuntos jurídicos europeos. Después vuelve a desaparecer en las brumas de Waterloo, probablemente en conversación con las ánimas napoleónicas que vagan por sus bosques.

A Puigdemont lo han trincado en Cerdeña cuando iba a participar en un aquelarre independentista sardo, al parecer por un automatismo policial, lo que demostraría que Italia es un país mucho más serio que Bélgica, algo que nunca hemos dudado. De Italia casi siempre nos llegan cosas buenas: el derecho, el Giotto, la canción festivalera y, ahora, esta colleja a Puigdemont. No sabemos muy bien cómo evolucionará el asunto. En realidad nadie lo sabe. Lo mismo, cuando se publiquen estas líneas el no president se estará tomando una copa de rasta con sus camaradas sardos. Lo mismo, si las copas son dos, hasta se marcan una sardana, pero el susto ha sido real y en la vida hay que tener muy claro que todo es mutable y efímero.

Pese a que estamos en una nueva era de diálogo y amor, no se nos olvida que el político catalán intentó volar la democracia española y, por lo tanto, debería estar en una cárcel o, al menos, indultado por el Gobierno Sánchez-Podemos, pero ya sabemos que Europa, esa vieja zorra (al decir de Rafael García Serrano), en estos asuntos se las coge con papel de fumar. Quizás por cosas como estas en el mundo ya nadie respeta a la UE, ni siquiera el inútil del yayo Biden. Putin se la merendará tarde o temprano y le dará la independencia a Cataluña, todo es cuestión de que una nueva Yalta reparta el orbe entre EEUU, China y, en menor medida, Rusia. Esto, evidentemente, es una distopía, pero entra dentro de lo posible, valga el oxímoron. Puigdemont, el feo Puigdemont, es un síntoma más de la decadencia de una Europa que no se respeta a sí misma y en la que los únicos serios son los policías italianos, la estirpe de Montalbano, con el agente Catarella a la cabeza.

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