Coinciden voces muy cualificadas del vestuario sevillista que la racha perdedora no tiene nada que ver con el cansancio. Y debe llevar razón quien así opina, pues es demasiado poco el trecho de curso que llevamos. En cualquier plantel profesional no puede ser de recibo achacar el derrumbamiento de San Mamés a cuestiones físicas, sobre todo cuando Lopetegui refrescó al equipo con los cinco cambios que permite la norma actual.

En caliente ya di mi opinión sobre la debacle sevillista y no vi que el cansancio fuese la razón. Más bien fue la forma en que fue reculando, sin duda en aras a conservar lo conseguido. Pasa en fútbol que de tanto mirar el crono puedes irte del partido y creo que por ahí pudo rondar la cosa. Seguro que Lopetegui ya ha dado con el quid de la cuestión y que en la cita de esta noche con los rusos del Krasnodar vamos a ver al Sevilla de las noches europeas y no el que acabó en Bilbao.

Dijimos en el avant match de San Mamés que el Sevilla partía de favorito y así lo demostró durante una hora. Y si de esa forma partía para el duelo del Bocho, quién duda de que esta noche no hay quien apueste por el Krasnodar. Una derrota del Sevilla enriquecería a los que apuesten por los rusos, ergo convengamos en que sólo una descomunal pájara podría arrebatarle el triunfo a los de Lopetegui. ¿Y por qué una opinión tan tajante? Pues porque el Sevilla es mejor que el rival.

La mala racha liguera no debe hacer metástasis hasta invadir la competición continental, en la que el Sevilla se agranda como bien pueden atestiguar Roma, United, Inter, Bayern, Chelsea... Y una vez más sentimos la pena de un coliseo desierto, que hay que ver lo que se está perdiendo la afición sevillista. Hay que confiar en que el equipo se parezca al que laminó al Rennes y con eso está dicho todo, pero antes hay que sacar las debidas enseñanzas de qué pasó en Bilbao.