CUANDO ya la segunda parte fue tan buena, o mejor, que la primera a qué viene dudar de una tercera. Como amigo del personaje, nada me contraría más que su vuelta a un club que vive instalado en la convulsión, con enemigos a granel tanto fuera como dentro. Eso está claro como el agua clara, por lo que a un amigo nunca puede deseársele vivir una aventura de la que sólo con el hecho imposible de ganar siempre quizás pudiese salir con bien.

Queda claro que hablo de Lorenzo Serra y del Betis, de ese Betis que anda como Diógenes por las calles de Atenas candil en mano buscando al hombre adecuado. Buscando al hombre que ponga al Betis al nivel de su afición y que en dos ocasiones logró este mallorquín que notó cómo ese veneno que es ser bético se le inoculaba desde el primer día. Y es que aquel 28 de febrero del 94 ya dijo que había llegado al Betis para ponerlo al mismo nivel que su incomparable clientela.

Y a un servidor de Dios y también de usted, lector, que tanto teme el daño a un amigo le extraña una barbaridad que en el Betis anden buscando sin apuntar nunca el candil hacia la figura del único hombre que engrandeció el nombre del Real Betis Balompié en los últimos treinta años. Lo logró al principio con Lopera y al final a pesar de Lopera, pero que su figura fue tan querida por el bético es algo en lo que no parecen reparar los actuales mandarines del gran objeto pasional.

Hubo una vez un hombre que tres veces fue llamado y en las tres revitalizó a un Betis con las constantes vitales en precario Ese hombre fue Antonio Barrios, que sacó al Betis del pozo en el 58, en el 67 y en el 71. Dicen que segundas partes nunca fueron buenas, a Barrios se le dio la oportunidad de una tercera y volvió a triunfar. Preferiría que mi amigo siquiera en la tranquilidad de su fantástico retiro, pero me resulta muy extraño que anden buscando lejos de su persona.