La ciudad y los días

carlos / colón

"Menos 'face' y más 'book"

AL ser investida con el doctorado Honoris Causa por la Universidad Complutense de Madrid, la escritora mexicana Elena Poniatowska se refirió a internet y las redes sociales afirmando que "son un arma de doble filo, porque puede ser una maravilla, pero también pueden enajenar". Y no se refería sólo, aunque sí sobre todo, a los adolescentes "que caminan con la cabeza baja y la mirada perdida en una pantalla… con los ojos atornillados en su móvil", deplorando que no conozcan el Quijote, la Biblia o El Principito porque "están más tiempo pegados a la pantalla de un teléfono que a cualquier libro impreso", sino también -y fue la frase más repetida de su discurso- a los políticos, a los que recomendó "menos face y más book". Un ingenioso a la vez que simple juego de palabras que debería convertirse en un lema social y una vara para medir políticos.

Confiados en la eficacia de las redes, persuadidos de que quien no está en el entorno de los tuit y los Facebook está social y políticamente difunto, adiestrados por las recientes experiencias que demuestran que entre las redes y la televisión se puede montar en un periquete un partido al que las encuestas dan por ganador y sabedores de que ahora los líderes se cocinan instantáneamente en los platós como si fueran un precocinado, los políticos tradicionales se han tirado a las redes con ardor de conversos y agonías de presuntos perdedores. Unos con más intensidad y otros con menos. Como la cosa siga así no debería extrañarnos verlos con coleta para ponerse al día.

Pero los políticos deberían seguir el consejo de Elena Poniatowska, poniendo menos face y más book en sus vidas y sus intelectos; y la política debería ser algo más serio que el mercadeo de los asesores de imagen, el jugueteo con las redes o los numeritos televisivos en los que periodistas bien elegidos para el espectáculo vociferante -siempre sparring que facilitan con su torpe oposición el juego al político, nunca fajadores que les golpeen dialécticamente- se las ponen como a Fernando VII. Faltan ideas, además de principios. Y las ideas sólo son fecundadas por los libros. El populismo crecido en las redes y los platós ha prendido gracias a la falta de talla de los políticos, la falta de ideas (o lo que es lo mismo: respuestas a los desafíos de la realidad) de los partidos y la corrupción que siempre corroe a las instituciones que se han vaciado de principios éticos y de ideas políticas.

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