CHINATOWN con tós sus avíos, lo mismo por Aponte que en el Polígono Aeropuerto, en las noches del Casino o en un bar de la Triana más profunda. En esta aldea global en la que, también y lógicamente, se integró Sevilla sólo le faltaba el caso de un chino degollado en su propio negocio. Y todo, parece, para robarle un ordenador y un televisor de pantalla plana, o sea que al pobre oriental lo han madrugado como los desmesurados madrugan a las moscas, a cañonazos. En Chinatown, la película de Polanski, le cortan la nariz a Jack Nicholson para que dejase de meterla donde no debía y a Jin Ling Min, nuestro chino, le han cortado el pescuezo para robarle dos electrodomésticos. Al menos es lo que dicen, pero no me negará usted que a esta Sevilla en que aconsejan a los policías municipales absentismo en cuestiones violentas lo que le faltaba era un chino degollado en su bar, qué delicia de panorama...
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