SABINA canta que lo suyo duró 19 días y 500 noches. Monteseirín puede hacer dúo con él musitando que el tinglado de las catenarias por la Avenida de la Constitución va a durar 131 días, una noche electoral y ninguna madrugá cofrade. Rectificación en toda regla y ridículo al canto, pues para ese viaje del tranvía no hacían falta estos despilfarros de las catenarias más efímeras del mundo.

La doble hilera de farolas fernandinas más grandes de lo habitual, sustentando el cableado eléctrico del tranvía, parece una buena solución con el fin de airear la imagen y la perspectiva de la Avenida y del Patrimonio de la Humanidad en ella domiciliado: Catedral y Archivo de Indias. Pero la pregunta del millón de euros es por qué no se les ocurrió antes, cuando rediseñaron por completo la Avenida. Tiempo tuvieron, mientras estaba abierta en canal para su regeneración y reurbanización.

Yerra quien considere que este asunto debe afrontarse únicamente en función del paso de las cofradías por un tramo de la carrera oficial de la Semana Santa. No son las procesiones las que le han dado el rango de Patrimonio de la Humanidad al conjunto monumental de Catedral-Giralda-Alcázar-Archivo de Indias. Por ahí transitan las hermandades durante 7 días y 7 noches. Pero si lo hicieran por la Palmera, en la Unesco no hubiera perdido Sevilla ni un solo voto, porque el eje histórico de la ciudad lo es, por otras muchas razones, tránsitos y vivencias, durante 365 días y 365 noches. Más la propina del bisiesto.

Las farolas son laicas y están para iluminarnos a todos. La Avenida es territorio civil, desde el Arquillo de Diego de Riaño hasta la Fuente de Híspalis de Delgado Brackembury en la que representa en Puerta Jerez a Sevilla como diosa. Lo que necesitamos es un gobierno civil más eficaz y menos manirroto.

El error de las catenarias no es que afearan la Semana Santa, sino que son innecesarias y antiestéticas en la Sevilla de los 12 meses y 52 semanas. De cabo a rabo y de cruz a palio.