MIENTRAS se siguen conociendo cierres de salas teatrales (el Arlequín, el Arenal y el Lumière en Madrid esta semana pasada), damos la bienvenida a los meses de julio y agosto, como la temporada por excelencia de los festivales de teatro, danza y música. Estos festivales tienen diversos orígenes a lo largo del tiempo. Entre los más antiguos y famosos de Europa destacan: el Festival de Bayreuth, que se celebra desde 1876, concebido por Wagner para mostrar su obra en un teatro construido al efecto. El Festival de Salzburgo, que se desarrolla desde julio hasta septiembre, y tiene su origen en una representación en agosto de 1920, en la escalinata delante de la catedral, en la que participan el poeta y dramaturgo Hugo von Hofmannsthal, el compositor Richard Strauss, el genial director de puesta en escena Max Reinhardt, el diseñador escénico Alfred Roller y el director de orquesta Franz Schalk. Su arte y talento y el apoyo del público lo convierten en uno de los festivales de música y artes escénicas más importantes del mundo.

Otros festivales cubren la geografía europea, como el de ópera que se celebra en el Anfiteatro de Verona, que este año cumple su centenario. O el caso del festival de ópera de Bregenz, en Austria, que surge un año después de finalizar la Segunda Guerra Mundial, sobre dos barcazas situadas en el lago Constanza y el púbico en las laderas de la orilla, y que hoy es uno de los referentes culturales centroeuropeos. Y otros muchos, como Avignon, Edimburgo, Taormina, etcétera, que han asociado el arte escénico y el nombre de la ciudad, que transforma generosamente sus calles, plazas y principales monumentos en el mejor escenario.

En esta línea, en España destaca el Festival de Música y Danza de Granada, vinculado desde su origen a los escenarios de la Alhambra y el Festival de Santander, que nace en la famosa plaza porticada. El de Teatro Clásico de Mérida vinculado indisolublemente a su teatro romano y el espléndido Festival de Teatro del Siglo de oro de Almagro, que arranca a partir de la recuperación de su singular y único Corral de Comedias.

La llegada del verano y del buen tiempo en muchas de esas ciudades vincula arte, verano, fiesta, ciudad y arquitectura, en una fórmula que explota y se desarrolla año a año. Los que triunfan y permanecen están vinculados a razones profundas de una ciudad, y del talento de artistas y creadores. Algunos nacieron para cubrir necesidades de programación en el resto del año por la falta de teatros y auditorios, como el de Itálica, que vinculado al Anfiteatro, se convirtió en referencia mundial. Aunque parece que se consolida en esta segunda etapa en el teatro romano, nunca entenderé por qué abandonó el anfiteatro. Creo que debía haber crecido, pero no dejar el lugar donde nació. Ningún otro festival de primer nivel lo ha hecho. Quizás creímos que como había nuevos teatros, ya no eran tan necesarios los festivales de verano. De todas formas, disfrutemos las próximas semanas, porque no sabemos los espacios escénicos que seguirán abiertos la próxima temporada en España.

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