CADA día una sorpresa, o más de una. Ha sido cambiar de inquilinos la Casa Grande para que vayan descubriéndose pufos, aunque muchos de ellos fuesen ya vox populi antes de Zoido. Quizá el más espectacular fuese el descubrimiento por los diversos cajones de facturas impagadas del tiempo de la peseta, que ya hay que ser moroso para deber dinero de antes del euro. Ahora surge cada día un reptil bajo las alfombras y, como no podía ser de otra manera, hasta se descubre que hay monumentos que un día se develaron con sonora trompetería y que aún no fueron abonados en su entera totalidad. Por los cajones municipales figuran facturas pendientes de pagar por la estatua de Manolo Vázquez, pero más hilarante, por no llorar, resulta que el monumento a Doña María que develó su hijo, el Rey, esté con números rojos. Con la cantidad de obras autorizadas y tiesos, qué barbaridad lo de Urbanismo.