COMPRENDO a todos, a los rancios que abominan de la fiesta y a los progres que la aplauden, pero nadie podrá negar que estéticamente es deplorable, un horror. Me refiero, claro, a la importada noche de Halloween, tan arraigada ya en nuestras vidas no más que llega la noche en que octubre se convierte en noviembre. Aquí, cuando llegaba noviembre, la tradición giraba en torno a las ánimas más o menos benditas y, por supuesto, a una repetitiva representación del Tenorio por todos los teatros del país. Y en el ámbito más local, en noviembre vestían de luto a la Macarena y proliferaban las colas en el cementerio. Ahora es el tiempo de Halloween, una celebración que ha arraigado con más fuerza y prontitud de lo imaginable. No hay por qué ser crítico con algo que le gusta a una gran cantidad de jóvenes y menos jóvenes, pero no me diga usted que estéticamente resulta agradable, por favor.
Comentar
0 Comentarios
Más comentarios