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Desde mi córner

Luis Carlos Peris

El fin de la era más dorada tuvo que ser en París

SANSEACABÓ, fin de una época y en París, que no es mal sitio para casi nada, pero sí para esto de constatar que se le dice adiós a la época más gloriosa de nuestra selección. El campeón cae en octavos tras una primera parte lamentable y una segunda en la que el corazón se impuso a la cabeza. La goleada Italia de la final anterior nos dio sopas con honda a excepción de veinte minutos del segundo tiempo en el que pudo alcanzarse la prórroga.

El primer tiempo había sido un horror desde el primer minuto. Italia jugaba de España y España de nada, persiguiendo sombras o presionando con la mirada. El diluvio que regaba París contribuía a hacer lúgubre el escenario del que empezaba a preverse como el último partido de España en Francia y de Vicente del Bosque en el puente de mando. A los diez minutos había salvado De Gea un par de ocasiones de un equipo concluyentemente superior y que anunciaba chorreo.

Sin conceder nada atrás y adueñado del centro del campo, Italia iba y venía a su gusto y que no hubiera goles era un milagro, pero no podía durar mucho. Una falta de Sergio originaría ese gol que tanto merecía Italia. Además, la diferencia de intensidad entre un equipo combustiendo queroseno y otro de gas oil, pero tras el descanso se enmendaron algo las cosas y se igualó el juego. Tanto que durante media hora bastante hizo Italia con quitarse de encima a España y al balón.

Pero no pudo ser y tras un paradón de Buffon a Piqué llegó la enésima contra y aquí ya no pudo De Gea salvar nada. Era en la última campana y era el último partido del campeón, que sólo ha durado hasta octavos, como en los viejos tiempos. Y uno se acordaba del dichoso penalti de Sergio con Croacia y de cómo nos habíamos metidos en un callejón que al final se comprobó que no tenía salida. Todo se ha consumado, la era dorada ha terminado y ha sido en París, que no es mal sitio.

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