Desde mi córner

Luis Carlos Peris

lcperis@diariodesevilla.es

¿Ya el final de una noche interminable?

La sensación de que la pesadilla ha terminado reina actualmente en el ánimo del beticismo

Con las redes habitualmente asociales como un inmenso Gran Hermano que todo lo ve proliferan imágenes del éxito bético en la más íntima intimidad. El alegrón vivido por el bético en la noche del sábado como impagable regalo de Reyes anda propagándose en progresión geométrica. Es gracias a ese ojo oculto que escudriña cada momento de nuestras vidas mediante la telefonía móvil, cada día más notario de la actualidad.

De todos esos vídeos que circulan por la red, aparte del que descubre el meneo que precede al gol de Durmisi, me quedo en cómo entra y es recibido Quique Setién en el vestuario. Han pasado unos minutos y tras el abrazo de técnico y presidente, tiene que ser Serra el que lo empuje a que entre de una vez en el camerino. Y allí, los futbolistas hacen una piña para un abrazo que deja bien a las claras cómo cree esta plantilla en su entrenador, en su fondo y en su forma.

No conozco de nada a Setién, pero me identifico con su filosofía y más me identificaré cuando dé con la tecla que acerque la resta a la suma, la efectividad atrás con la brillantez delante. Pero esto no es nada si lo comparamos en cómo los futbolistas creen en él. El ojo que todo lo ve de la red desvelaba en la intimidad del vestuario de Nervión cómo recibieron al cántabro cuando llegó de ese ominoso exilio al que le llevó la torticera versión de Martínez Munuera en su acta.

¿Y qué decir del hombre que lo empujó al encuentro con sus jugadores? Cuánto tiempo perdido en el Betis por culpa de insidias y estulticias incomprensibles. La de años que podía llevar Lorenzo Serra en el club de no haberse cedido a campañitas más o menos honestas. Afortunadamente, no hay mal que cien años dure y como tampoco hay cuerpo que lo resista, pues bienaventurado el beticismo que hoy disfruta de lo que puede ser el final de una noche que parecía interminable.

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