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El poliedro

El fino arte de la austeridad estimulante

Se atribuye a boca llena el espléndido dato del crecimiento alemán a un plan de austeridad que no ha podido germinar

LOS refranes que usamos se crearon cuando, para bien y para mal, lo políticamente correcto no existía, de forma que, por ejemplo, en el país de los ciegos, el tuerto era el rey (hoy no podríamos hablar de ciegos en un foro público, y menos aun de tuertos). Es ése un dicho tirando a incorrecto, pero es muy ilustrativo, y de aplicación a las economías regionales: en España, el País Vasco -ex aequo con Cataluña- es el rey tuerto económicamente; en Europa, lo es sin duda Alemania. En estos días de profusión de mapas meteorológicos en los interminables partes del tiempo de los telediarios, la mayor intensidad de color cálido del sur solía contrastar con la frialdad celeste del norte. Aunque no entremos en discutir la influencia del clima en la economía y la historia de los pueblos, sí se le venían a uno a la mente otros mapas en los que también las regiones más meridionales lucían con tonos más intensos: los mapas del paro y el fracaso escolar. La renta per cápita también se comporta en España con distribuciones que, sobre la piel de toro, son bastante complementarias con las anteriores. En el marco europeo, la tónica general es parecida: norte más rico, sur más pobre, aunque no sólo no ha sido siempre así, sino que en largos periodos ha sido al contrario. Enfocando en un tiempo concreto, el que vivimos, vale la pena preguntarse por qué a Alemania le va bien con la crisis, y si sus planes de austeridad tienen mucho o poco que ver con su liderazgo.

La derecha política suele estar mucho más desunida que la izquierda, lo cual no deja de ser lógico dado que la derecha (teórica) promueve la capacidad individual y la izquierda (teórica) la igualdad. Sin embargo, en economía, el liberalismo (la derecha económica) suele tener un credo sencillo y firmemente compartido por sus fieles, a pesar de que el mercado sin trabas -particularmente, el financiero- se haya demostrado más un origen de males colectivos y beneficios particularísimos que un beatífico manantial de crecimiento y bienestar. Muchos apóstoles de la fe del Estado mínimo se han apresurado a atribuir a las políticas de austeridad de Merkel un dato fenomenal: el último crecimiento oficial de la economía de Alemania ha sido el más grande desde la Reunificación, en 1989. Algo como atribuir la tripa galopante a las cervezas de ayer o como culpar de la alopecia al champú del hotel del fin de semana pasado. Identificar los planes de consolidación fiscal -qué nombres tan juguetones damos a las cosas- de Merkel con el éxito del último dato de crecimiento iba parejo a la identificación de los planes de estímulo de Obama (la política económica contraria, por decirlo de una forma sencilla) con el pobre último dato oficial de la economía USA. Sin embargo, el éxito alemán tiene mucho más que ver con un euro a la baja que ha posibilitado un enorme auge de sus exportaciones (Alemania es, dicho sea de paso, el mayor exportador del mundo). Sus buenos datos recientes no se deben a la política de austeridad que ha acometido Merkel "para dar ejemplo", que es demasiado reciente también.

A Obama, por su parte, lo estaban esperando. No ha caído ni caerá bien a la derecha española (no digamos a la estadounidense), por motivos de diversos colores, y resulta alucinante cómo tantos se han apresurado a achacar a sus políticas de estímulo -energía sostenibles, infraestructuras y recortes de impuestos a pymes- un presunto fracaso de sus cifras económicas. Tantas veces el objetivo no es analizar, pues, sino atacar al enemigo con cualquier excusa. ¿Por qué no combinar la sensata austeridad, cuyos efectos son más demorados, con el estímulo útil, que funciona más rápido en sus propósitos? Por pura ideología.

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