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el poliedro

José / Ignacio Rufino

La flexibilidad, otra víctima

Yahoo! ha eliminado la posibilidad de que cientos de sus empleados trabajen desde su propia casa

HACE un cuarto de siglo, a los pocos días de haber aterrizado en su primer empleo con el diploma como todo aval -entonces no era poco-, el joven economista se topó con la veterana secretaria, muy blindada por el gran jefe de la empresa. Ella le espetó una de las tan habituales falsas bromas que en España maquillan un reproche: "A ver cuándo nos dejamos de reunioncitas y nos ponemos a trabajar, chiquillo". Para ella, era evidente, las reuniones no eran trabajo. Como ella, la mayor parte de los pretorianos del empresario -en muchos casos provenientes de Villamartín, una especie de centro logístico equidistante de Cádiz y Sevilla, las provincias donde la empresa desarrollaba su actividad- se habían criado en la cultura pre-digital, lo cual implicaba muchos oficinistas "arreglando papeles" en extensas oficinas parceladas en pequeños compartimentos sucesivos y abiertos a la vista de todos, más o menos como la oficina del desdichado Jack Lemmon en El apartamento. Mucho ha cambiado la apariencia y el contenido del trabajo, y no sólo por la aplicación de las tecnologías de la información contemporáneas, sino también por la mayor capacidad de autogestionar el propio trabajo por parte de empleados cada vez más formados, que requieren menos supervisión. Pero la maldita crisis también hace retroceder a los viejos tiempos a las relaciones laborales. En estos momentos, el concepto de ampliación del puesto de trabajo no hace referencia a un trabajo más variado, rico y administrado por el propio empleado, no, sino más bien una sobrecarga de tareas asignadas al puesto que incluyen las que antes hacían compañeros que fueron despedidos. Además, la confianza en la autonomía del trabajador se ha reducido a marchas forzadas en muchos casos.

Esta semana hemos sabido que Yahoo! ha eliminado el teletrabajo, es decir, el trabajo desde casa, al que se habían adscrito más de 200 empleados. Una empresa moderna, y más si es tecnológica como Yahoo!, no podía sustraerse a ofrecer a sus empleados la posibilidad de currar en pijama o chandita. Pero, en una perversa versión del back to basics anglosajón, esta manifestación de la vuelta a lo esencial supone que, o bien los trabajadores de Yahoo! vuelven a la ofi a piñón fijo, o se van directamente a la calle, y no a vender servicios precisamente. España siempre ha sido un país laboralmente presencialista, aunque en algunos casos la presencia del personal en la oficina implique el frotamiento umbilical la mayor parte de la jornada: para muchos, eso -ir y estar- es trabajar, y no otras modernidades que siempre han generado un aroma de escaqueo monumental. Parafraseando a Sergio Dalma, en este país "trabajar en casa no es trabajar". Y en EEUU, donde se cifra en un 25% a los trabajadores que trabajan de forma flexible, la marcha atrás augura poco futuro para el teletrabajo. No se trata de otra cosa sino del tremendo reflujo tras la marea del ciclo alto y gaseoso de la economía que ya es cosa del pasado. La mujer es la que más se había beneficiado de esta forma de trabajar no presencial, que se adapta perfectamente a puestos que pueden ser controlados por su rendimiento, y no necesariamente durante el proceso. El trabajo en casa dignifica tanto o más que el codo con codo en la oficina. De hecho, Yahoo! se excusa alegando que en estos momentos difíciles es necesaria la interacción y la comunicación cara a cara para favorecer la creatividad y la innovación. Gaitas: como si eso no fuera perfectamente posible hoy con los desarrollos tecnológicos.

Esta semana reponen en un cine fórum de la ciudad la impagable Vidas Cruzadas de Robert Altman. Quizá el teletrabajo vaya quedando relegado a actividades como la que desarrollaba en casa -con el bebé en un brazo, una mano en la cazuela y el teléfono entre la oreja y el hombro- uno de los personajes de la película: el sexo telefónico. Y es que la jodienda no tiene enmienda. La del deterioro social y, también, laboral, producto de la gran marcha atrás económica, tampoco parece tenerla.

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