NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Un milagro por Navidad: salvemos al país
Francia está como está. La dimisión de Sebastien Lecornu un día después de anunciar los nombres de quienes formarán su gobierno es un hecho sin precedentes que lo convierte en el jefe del Ejecutivo más breve de la historia de Francia –ha durado en el cargo solo 27 días– dice mucho sobre la mala situación política del país y la debilidad de Macron.
Sí, Francia está como está. Pero es Francia. Nicolás Sarkozy condenado a cinco años de cárcel por financiar una campaña electoral con dinero libio. Lecornu yéndose a su casa porque “no se puede ser primer ministro si no se dan las condiciones”, harto de la intransigencia de los partidos, incluidos los que formaban la coalición de gobierno, que –ha dicho– actúan “como si tuvieran la mayoría absoluta en la Asamblea Nacional, queriendo imponer sus puntos de vista”.
Siendo esto importante, cuando aquí se ha impuesto el modelo Felipito Tacatún del “yo sigo” –referencia lo suficientemente rancia y casposa como para aludir a la España de progreso de las chistorras, las lechugas, los soles, los sobres o “la Carlota está que te cagas”–, no solo llaman la atención las razones por las que Lecornu se ha ido en tan histórico breve plazo, expuestas ayer en una larga y detallada comparecencia, sino las palabras con las que la cerró: “Soy militante y tengo respeto a aquellas y aquellos que se comprometen. Pero hay que preferir siempre tu país a tu partido. Hay que saber escuchar a los militantes, pero siempre pensar en las francesas y los franceses”.
El país por encima del partido, los ciudadanos por encima de los militantes. ¡Qué envidia! Recordé una anécdota: cuando en 1958 Charles de Gaulle nombró a André Malraux ministro de Cultura, alguien, pese a que el escritor había roto con el partido en 1944 adscribiéndose al gaullismo, avisó al general: “¡Pero si Malraux es comunista!”. A lo que de Gaulle contestó: “Siempre, incluso cuando lo era, antes que comunista es francés”.
Suena muy parecido al “hay que preferir siempre tu país a tu partido” de Lecornu. Y no me vengan con las monsergas del chauvinismo francés o la obsesión gaullista por “la gandeur”. Un buen político siempre pone al país por encima del partido y a los ciudadanos a los que ha de servir por encima de los militantes. ¡Oído Ferraz! ¡Oído Moncloa! ¡Oído Génova!
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