LA matinal del domingo trajo la misma sensación que la nocturna del sábado anterior. Ver jugar a Messi en el lejano Japón frente al Santos tuvo el mismo efecto que ver jugar a Iniesta en el cercano Madrid. Ver las evoluciones de un equipo maravilloso como el Barcelona en la televisión es casi tan excitante como verlo in situ en un campo de fútbol. Al final, cuando el árbitro pone fin a la obra, no queda más que levantarse y aplaudir por mucho que uno, precisamente, no tife en azulgrana.. .

En ambas ocasiones, contra el Real Madrid y frente al Santos con apenas ocho días de diferencia, lo que se viene a la cabeza es la famosa frase del recientemente fallecido Sócrates: "Unos juegan para ganar, otros jugamos para que se nos recuerde". Para la generación que crecimos en los 80, fueron el doctor y aquel Brasil de Telé Santana quienes nos abrieron los ojos y nos enseñaron el fútbol. No conozco a nadie cercano a los 40 que no recuerde al Brasil del Mundial 82 en España, que no se emocione al nombrar a Zico, a Falcao, a Junior, a Cerezo, al propio Sócrates...

Visto lo visto y comprobada la constancia, el estilo y el juego de este Barcelona, es de esperar que dentro de 30 años todo el mundo recuerde a este equipo y no haya nadie que no se emocione al recordar a Daniel Alves, a Xavi, a Messi, a Iniesta... Lo significativo, y la gran obra de este Barça, es que Guardiola ha logrado la cuadratura del círculo. El recogepelotas no sólo ha conseguido ensamblar a un equipo que se recuerde, sino que ha puesto la guinda de los títulos a un pastel perfecto. Los puristas del juego mostrarán en los vídeos ese rondo gigante y majestuoso. Los amantes de las estadísticas exhibirán los números. Un fútbol excelso. 13 títulos en tres años. Un equipo para recordar. Un equipo que gana. La perfección en azulgrana.