El fútbol pide acabar con el teatro

Descuentos de hasta veinte minutos están cayendo en los Juegos y nada extrañaría que la medida hiciese metástasis para sufrirlos en el curso doméstico. Aquí se pasa del Juanón a Juanillo del tirón sin comerlo ni beberlo y ya sabemos cómo el mandarinato futbolístico siempre está toqueteándolo, conque a ver qué nos depara el próximo ejercicio. Raro es el verano con sus calores que deja a salvo las meninges del mando.

Los trencillas andan de retiro en la verde Asturias y mientras disfrutan de ese confort térmico también anuncian medidas nuevas. Una de ellas nace también de la experiencia olímpica y se trata de proteger la figura del árbitro durante el juego. Sólo el capitán tiene derecho a la protesta y habrá tarjetazo para el que ose reclamar algo al juez. Y de las protestas grupales, nada de soportarlas, lo que parece una buena medida que da de lleno en la línea de flotación del otro fútbol.

Se toma la mano de Cucurella en el partido con Alemania el ejemplo de cómo no debe castigarse con penalti. A ver también lo que dura la norma, pues el argumento actual para juzgarla es el que se trajo la implantación del VAR bajo el brazo y luego pasó lo que pasó. Cuando la mano está en estado natural no tiene penalización, pero cuántos penaltis hemos visto señalar cuando la mano infractora estaba en consonancia con la postura del cuerpo en ese momento.

Los Juegos están dejando una lectura que ya vimos en la Eurocopa y es la de una mayor permisividad arbitral. Se deja jugar más y se cae menos en la mentira del codazo exagerado o el pisotón más de lo mismo. Esto sí sería una mejoría del espectáculo y erradicar el teatro sería un beneficio que llevamos añorando desde tiempo inmemorial. Ya está bien de exageraciones y bienvenido sea cuanto mejore la integridad de un juego tan magnífico como el llamado fútbol.