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¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

El futuro, mal, gracias

La pasada crisis sorteamos el caos social gracias a las grasas acumuladas en los años felices, pero ¿y ahora?

Juan Luis Cebrián es, como dicta el lugar común, un personaje con luces y sombras. Tiene algo de solana y algo de umbría, como diría un serrano. Sus memorias periodísticas, Primera página, son divertidas, pero en ellas se adorna como lo hacen los guardametas populistas, haciendo piruetas exageradas ante balones facilones. Pero al lío. El veterano periodista (quizás esta palabra hace ya mucho tiempo que no sirve para definirlo) ha escrito un interesante artículo sobre las implicaciones y responsabilidades políticas de la crisis del coronavirus. Es fácil encontrarlo: se teclea en Google "Cebrián" y "coronavirus" y... voilá. Pues bien, en dicho texto Cebrián desenmascara a las autoridades mundiales, empezando por nuestro Sánchez, que se empeñan en convencernos de que lo sucedido era imprevisible. Recuerden que el presidente, en una de sus innumerables peroratas sobre el Covid-19, llegó a acusar a los críticos de sufrir el malsonante "sesgo de retrospectiva", que es algo así como ser profetas del ayer, matadores del "toro pasado" de toda la vida. Sin embargo, como recuerda Cebrián en su artículo, desde septiembre de 2019 existía un informe de la ONU y el Banco Mundial que avisaban de la inminencia de una pandemia como la actual que, además de las muertes y el sufrimiento que está causando, traerá consigo una profunda crisis económica y el consiguiente caos social. No suena demasiado bien. En estos momentos la economía ya se ha derrumbado y se habla de la necesidad de un Plan Marshall para reconstruir las ruinas de Europa una vez que pase la horda del coronavirus, proyecto que tiene pinta de terminar convertido, más bien, en una nueva Operación Clavel (con tragedia incluida) debido a las reticencias calvinistas de los países del Norte (la palabra Pigs ha vuelto a florecer esta primavera) y al hundimiento absoluto de los ingresos fiscales. El problema es que todavía no nos hemos recuperado del todo del crac de 2008 y es posible que el Estado no tenga medios suficientes para atender con éxito la actual emergencia, lo que nos lleva al tercer jinete del nuevo apocalipsis: el caos social. La pasada crisis económica la sorteamos gracias a que todavía teníamos grasas acumuladas de los años felices. Aun así asistimos a varios terremotos, algunos folclóricos, como las acampadas buenrollistas del 15-M, pero otros no tanto: el agrietamiento de nuestro sistema constitucional, la aparición de un neopopulismo a derecha e izquierda, la intentona secesionista del 1-O… ¿Dónde nos llevará la crisis que se avecina? ¿Sabrá la sociedad aguantar en formación la embestida? El futuro, como se ve, no es especialmente halagüeño. Les iremos contando.

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