La tribuna

Miguel Pereira

El futuro de la movilidad

LA industria de la automoción continúa siendo una pieza clave del crecimiento de la economía mundial. En mercados tan sólidos como el estadounidense, representó más del 11% del PIB en 2014, mientras que en nuestro país supone cerca del 10%. Y es que la incidencia de este sector en los mercados y en la economía hace que se encuentre siempre en el punto de mira, más aún, si cabe, ahora que se prevén cambios significativos que impactarán en el desplazamiento de personas.

En los últimos años se han dado una serie de factores tecnológicos y sociales que han provocado modificaciones en los hábitos de los consumidores: nuevas tecnologías, avances en la conectividad de los vehículos, cambios en las preferencias de los usuarios, y, por último, la implantación de la tecnología que permitirá la conducción autónoma.

Pese a que los estudios parecen indicar que nos iremos adaptando a una nueva forma de ver el desplazamiento en vehículos, no existe unanimidad sobre cómo se producirá esta evolución y a quiénes afectará. Hay dos visiones claras a este respecto. Por un lado, nos encontramos con la industria automovilística, que continúa creciendo. España es un ejemplo de ello; el pasado 2015 este sector cerró con un crecimiento del 20,9%, el mayor de toda Europa. Es comprensible, entonces, que algunos defiendan que habrá una evolución en el desplazamiento de vehículos que se construirá sobre los cimientos actuales, y que se producirá de manera gradual y pausada.

En el lado opuesto ha surgido una nueva corriente de pensamiento que aboga por la llegada de una nueva era. Los defensores de esta corriente creen que en breve se producirá un punto de inflexión que desencadenará un proceso evolutivo irremediable. Analizando los datos, se podría pensar que ese punto de inflexión está muy cerca, o que incluso que lo estamos iniciando ya. 2015 fue un buen año para los vehículos de combustión alternativa, la venta de vehículos eléctricos aumentó un 28,5% y la de los híbridos, un 54,54%. Esta corriente de pensamiento también sostiene que los vehículos autónomos serán muy pronto una realidad. Google lleva ya algunos años desarrollando un vehículo totalmente autónomo, y en el último año éstos ya han recorrido un millón y medio de kilómetros. Sin embargo, algunos fallos detectados han llevado a posponer de momento su comercialización.

Sin duda, la tecnología no es el único campo que cambia, también los hábitos sociales están sufriendo alteraciones severas. Las nuevas generaciones están marcando una nueva pauta en los modelos de negocio, incluso en este sector, ya que no consideran la propiedad de un vehículo como un valor importante. La tendencia es compartir un vehículo para reducir costes y pagar por transporte y no por propiedad. En este sentido, la red social BlaBlaCar creció un 32% en nuestro país las pasadas navidades, alcanzando los 2,5 millones de usuarios.

Ante estos cambios, en un futuro se plantean tres' escenarios de movilidad personal posibles, que variarán desde un cambio gradual e incremental: el car sharing, el automóvil sin conductor o una nueva era de autonomía accesible. Las características de estos escenarios variarán en función del impacto que tengan sobre ellos dos tendencias: el control del vehículo y la propiedad del mismo.

Quienes realmente se verán beneficiados por este avance serán los que sepan interpretar y plasmar las necesidades del usuario y sus tendencias. El acceso a esa información les dará la posibilidad de materializar esos conocimientos y, por tanto, sacar un rendimiento económico, ya sea aplicándolo u ofreciendo esos datos a terceros para su aplicación.

Evidentemente, esta situación conllevará incertidumbres. En primer lugar, los fabricantes de automóviles deberán continuar estudiando qué modelo de negocio quieren a futuro: el actual, que incluye la fabricación y venta de producto (con alta inversión de capital y con consumidores que demandan cada vez más nuevas tecnologías), versus un modelo enfocado en ser un proveedor de servicios de movilidad en toda la cadena de valor. La evolución del actual sistema supondrá también una pérdida de ingresos para la administración pública muy significativos, que deben ser evaluados. Hay que considerar también el exceso de capacidad productiva, que en la actualidad supera los 110 millones de vehículos, mientras que se fabrican alrededor de 70 millones en todo el mundo. Otras cuestiones a considerar son los potenciales efectos sobre los proveedores de tecnología, que, a priori, son las que tienen más que ganar en este nuevo escenario, el efecto sobre los transportes de larga distancia, las compañías aseguradoras, etc. ' preguntas como: ¿qué pasará con los taxistas o las empresas de vehículos de alquiler si todos compartimos coche?

Estas son sólo algunas de las inquietudes que emergen del análisis del futuro que se aproxima y que los responsables de la economía mundial deberían tener en cuenta al sopesar los efectos de estos cambios.

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