Tal vez alguno se enteró de rebote -¿o le informó alguien?- de que hay menos policías en Sevilla ya que muchos de ellos han sido enviados a Cataluña a vérselas con la facción más cabestra del independentismo, así que fue y comunicó a sus compinches que éste era un buen momento, la ocasión propicia para coger los verdugos y los pañuelos y encapucharse y embozarse y echarse encima toda la parafernalia neofascista y neonazi que compran por internet y largarse de fiesta -puede que en una empalmada tras no haber pegado ojo en toda una noche a base de priva, farlopa y meta- a "territorio enemigo" con la intención de hacerse oír, meter algo de miedo y cortarle el desayuno a quien estuviera por allí.
Fue en el Pumarejo y sus aledaños, zona que el grupo, unos veinte gamberros (...de momento), considera invadida y tomada por la mugre humana, la escoria social, gente de mal vivir, desviados e inadaptados y marginales y parásitos -y por supuesto delincuentes, muchos delincuentes- con los que sólo caben dos recursos: el amedrentamiento y/o la expulsión. Hay un problema: esto último no lo piensan sólo los veinte gamberros (...de momento). Hay bastantes sevillanos que coinciden con ellos.
Lo más probable es que estos gamberros (...de momento) no residan en el barrio al que fueron a desafinar y a dar voces. Llegan, montan su número mientras sacuden sus espolones y se marchan por donde han venido con sus cánticos y hostigando a todo aquel con el que se crucen con una bravuconería de manual.
Dicen algunos que no deberíamos hacerles caso en los medios de comunicación, que son sólo unos alborotadores que buscan precisamente eso: difusión a su majadería, más etílica que ideológica. En efecto, escasa -por no decir nula- parece su cultura política. Deben tenerla como un inconveniente para hacer lo que les gusta. Pero ¿estos gamberros no tienen a nadie detrás? ¿Es que es siempre su acción una necedad improvisada o un disparate generado por la cantidad de tiza que han esnifado en una noche de farra? No son pocos en esta ciudad los paisanos que ven estos incidentes de ultras como un subproducto neuronal de unos niñatos borriqueros a los que no hay que prestar mayor importancia y, por contra, lanzan la voz de alarma y mandan repicar campanas para alertar contra la estrategia y la organización con que la extrema izquierda -que, por cierto, tiene instaurada según ellos toda una dictadura del proletariado en la zona de marras- urde su sofisticado plan para acabar con nuestro modelo de sociedad. Pues ni los unos son sólo unos gamberretes ni los otros agentes del Dr. No.
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