EL entrenador de fútbol Luis Aragonés arengaba con proverbial tosquedad a los jugadores: "Y ganar y ganar y ganar... y volver a ganar, y ganar y ganar... Eso es el fútbol". Para muchos españoles, esta frase puede ser aplicada a la filosofía corporativa de grandes grupos empresariales de sectores íntimamente vinculados a la vida diaria de las familias, como la banca o las energéticas, y en menor medida las de telecomunicación que, voilà, siempre parecen ganar a los ojos del profano superviviente, incluso a las malas. Cierto es que la escasez y la incertidumbre dan alas a la demagogia o a la simple exageración, pero es bien cierto que aquello de las "reformas estructurales" no ha alcanzado lo suficiente a mercados que, si ya antes tenían tintes oligopolísticos, tras la crisis y su natural concentración, los tienen con más intensa tonalidad. Tanto en lo macroeconómico o agregado, como en sus efectos lo micro y relativo a la gente de a pie.
Lo macro. Aunque el término "rescate" es para nosotros tabú, España ha sido rescatada, y lo ha sido en buena medida para que el propio Estado español -sus habitantes a largo plazo, y el propio Gobierno a corto- evitara que sus bancos cayeran; no todos los bancos: sólo casi todos, mayormente cajas politizadas. El país está por tanto muy hipotecado exteriormente -porque es "Europa" quien nos ha dado la mayor cantidad del dinero para tapar agujeros de bancos fallidos-, lo cual supone una clara merma de la soberanía en política económica, y también interiormente: las ayudas a la banca se recuperarán sólo en una parte menor, y crearon gran déficit y necesidad extra de recurrir a la deuda pública: estamos entrampados seriamente. En todo este proceso, el Gobierno de Rajoy ha pedido a su vez otra forma de ayuda a la banca más estable, pongamos tres o cuatro entidades formidables, que se han tragado algunos sapos de cajas de ahorros quebradas de facto, a las que han incorporado en sus corporaciones, con todos sus pasivos inmobiliarios: créditos impagados de gente que no puede devolver la hipoteca; suelos parar construir que están yermos y sin futuro.
Lo micro. Vayamos a un ejemplo. Secuencia: a los bancos retornan -en parte, por su mala cabeza- multitud de casas de antiguos clientes; se reconvierten así en parte en inmobiliarias; crean una empresa intermediaria que compra estas casas de forma que el banco ya no es propietario formal; esta empresa, a su vez, vende a otra ilocalizable sociedad compradora de casas y pisos impagados, que busca ya clientes con DNI; y aunque se ven por ello obligados a pagar cuotas de comunidad como cualquier propietario, no lo hacen (mayormente, no lo hacen), y esperan a que llegue un comprador privado para ponerse al día, tras chupar propiedad de sus desavisados vecinos de bloque. A cualquier persona esta morosidad le costaría un dolor de cabeza: a ellos, no… entre otras cosas, porque al propietario verdadero -que es más bien un truco societario- no hay quien lo pille, y porque una gran corporación tiene grandes hombros jurídicos y pleiteadores.
La consecuencia política. Una pregunta detonante: ¿alguien dudaba que Podemos iba a hacer argumento principal de su programa político el de los desahucios y las deudas hipotecarias? Se trata de eso que desde esta semana se ha llamado en el programa marco de esta formación "rescate ciudadano", o sea: la paralización de los desahucios, la dación en pago retroactiva y la reducción del crédito pendiente en función del nuevo valor de mercado. Y de paso, deja atrás alucinaciones como la de la "renta básica para cualquiera". Un caso de victoria pírrica a la postre: el héroe del rescate nacional puede perder la gran batalla final. La del ciudadano. Reaccionen.
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