DA pavor que al Gobierno español se le haya ocurrido utilizar a Argentina como un socio apropiado para refrendar las reivindicaciones nacionales sobre Gibraltar. José Manuel García-Margallo, el titular de Exteriores, viajará en septiembre a Argentina para abordar, entre otros asuntos, la injusta expropiación de YPF a Repsol por parte de este país, pero aprovechará el salto para intentar convencer al Gobierno de Cristina Fernández de que el paralelismo con las Malvinas y su pertenencia transitoria al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas ofrecen una buena oportunidad para abordar el asunto de las colonias británicas en la ONU; entre éstas, Gibraltar. La guerra de las Malvinas, en 1982, fue un doble error que arruinó por decenios la reivindicación argentina sobre sus islas: el primero, el uso de las armas para salvar, en realidad, a un régimen dictatorial en sus estertores, y el segundo, que esta acción sirvió para cegar cualquier posibilidad de negociación bilateral entre ambos países con una población, definitivamente, contraria a la cesión de soberanía. Las acciones injustificadas del ministro principal del Peñón, Fabian Picardo, deben ser contestadas con firmeza por parte del Gobierno español, pero éste busca ahora una internacionalización del contencioso que se puede volver en contra de España. Naciones Unidas es un foro en el que España puede alternar victorias parciales con fuertes reveses. Se debe considerar que la ONU indica que, en cualquier proceso de descolonización, se debe tener en cuenta la opinión de la población local. No es que admita el derecho a la autodeterminación, pero sí aconseja que se cuente, en este caso, con los llanitos. En el año 2002, cuando, como consecuencia de un proceso de diálogo bilateral y no internacionalizado, España y el Reino Unido se pusieron de acuerdo para conceder un régimen de cosoberanía a Gibraltar, un referéndum que no contó con el permiso británico y que, por tanto, no podía considerarse como legal, se saldó con un 99% de rechazo al acuerdo. Aunque ni siquiera fuese consultivo, el referéndum paralizó el proceso, enturbiado ya porque el Reino Unido no aceptaba que la base militar del Peñón llevase la bandera de la OTAN, sino la Union Jack. El segundo escenario que estudia el Ministerio de Asuntos Exteriores es el del Tribunal Internacional de La Haya, toda vez que la ocupación del istmo no fue acorde a derecho, aunque aquí se podría encontrar con un pronunciamiento favorable a Gibraltar sobre las aguas territoriales. Si el Gobierno de Rajoy estima que éste es el momento adecuado para abrir, otra vez, el contencioso secular sobre la soberanía de Gibraltar, es mejor que éste se produzca con el acuerdo del Reino Unido, porque, en este caso, es un mejor aliado, aunque parezca paradójico, que Argentina. Qué desatino.

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