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El golpe 'Zzzzzzzz'

El golpe catalán de 2017 fue un golpe posmoderno que no está contemplado en ningún ordenamiento jurídico

Burguesía es todo conjunto de individuos inconformes con lo que tienen y satisfechos de lo que son". Este escolio del gran Nicolás Gómez Dávila -ese reaccionario que se empeñaba en decir las verdades molestas que no nos gusta oír- es la mejor definición que he oído del procés catalán. Y de cualquiera de nosotros, me atrevo a añadir, porque no hay nadie -o muy poca gente- que no se considere menospreciado por el mundo a pesar de considerarse una persona ejemplar en casi todo lo que ha hecho. En realidad, todos somos burgueses, incluso los supuestos rebeldes y transgresores -esos mucho más que otros-, porque todos exigimos mucho más de lo que estamos dispuestos a dar. Todos creemos que la vida nos debe algo por nuestra cara bonita. Y todos nos empeñamos en exigir de mil maneras que la vida (o el mundo) nos den todo lo que nos merecemos: dinero, fama, reconocimiento, éxito, respeto, admiración. Lo que sea. Y ahora mismo.

En el procés ha habido mucho narcisismo, y mucho supremacismo camuflado de victimismo, y mucha superchería camuflada de esplendor cultural. Se mire como se mire, el procés es una manifestación más de todos esos movimientos xenófobos y populistas -desde Trump al Brexit pasando por toda la extrema derecha europea- que se han propuesto halagar al ciudadano, o más bien a la masa, inconforme con lo que tiene pero muy satisfecha de lo que es. Muchos catalanes indepes sólo querían más dinero, más privilegios, más ventajas fiscales. Lo comprendo porque es un sentimiento muy humano: se trata del clásico "¿Qué hay de lo mío?". El problema es querer convertirlo en una necesidad imperiosa de liberación de una ciudadanía oprimida por una masa hirsuta de orcos españoles, esos seres primitivos que nacen con un ajo en el cerebro y con un toro en el bajo vientre; esos seres inferiores que embisten porque no piensan. Nuestra izquierda, tan candorosa ella, se ha tragado esa mentira.

El golpe catalán de septiembre de 2017 fue un golpe posmoderno -el término es de Daniel Gascón- que no estaba contemplado en ningún ordenamiento jurídico del mundo porque no había ocurrido nunca en un estado democrático. Y de ahí el trabalenguas jurídico que ha quedado de manifiesto en la sentencia de extradición de Puigdemont. Y de ahí el coñazo inagotable. Y de ahí, me temo, el agotamiento y el sopor. Zzzzz. Zzzzz.

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