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Cuchillo sin filo

Francisco Correal

fcorreal@diariodesevilla.es

Los gritos del silencio

No pueden votar, ni siquiera van a vivir, pero ya están en campaña electoral

Ya están en campaña electoral. Con la particularidad de que no pueden votar, pero es que además no van a tener la posibilidad de vivir. Los inéditos, los incunables. Los no nacidos. Los más indefensos. La infame paradoja de que pronto habrá comisiones parlamentarias para la protección de todas las especies, desde los protozoos a las ballenas, y no hay un Herman Melville que se plante para denunciar este dislate, esta campaña de exterminio emprendida por Herodes posmodernos que cuentan con la complicidad, el corporativismo y la indiferencia de buena parte de la sociedad. Televisión Española bombardeó desde su garita informativa 24 Horas con las amenazas del Gobierno central al autonómico de Castilla y León si a éste se le ocurría poner en marcha algún tipo de práctica disuasoria de la interrupción voluntaria del embarazo que supusiera un freno para el avance de las mujeres. Ni un paso atrás. Un Gobierno central que gobierna con la extrema izquierda dando lecciones a un Gobierno autonómico que gobierna con la extrema derecha, el socio del Ejecutivo castellano-leonés que ha anunciado este protocolo. Los avances de las mujeres. El ser que late no es nada, es un quiste, una pústula, un grano, como si más que a la obstetricia competiera a la disciplina médica de la dermatología. Se lo quita y santas pascuas. En la paranoia nacionalista, es la parte la que se quiere separar, independizar del todo. En este nacionalismo de los cuerpos vindicativos, es el todo el que quiere separarse de la parte. La soberbia de la metrópoli, que exige la autodeterminación frente a la colonia, la sucursal, la pedanía de un ser que no va a nacer pero que ya está en campaña electoral. El apoyo de la izquierda al aborto y al nacionalismo, a estas dos dialécticas simbólicas del centro y las periferias, es una de las paradojas más sangrantes del mundo moderno. Con la singularidad de que vivimos en un país en fase de recesión demográfica, con más muertes que nacimientos, un país-geriátrico, más viejo de pena que de años que entona su balada triste de Narayama de la película de Imamura. Tiempos en los que se idolatra a las mascotas, sucedáneos de los niños que se quedan en el camino como estrellas fugaces. No van a nacer pero son piedra de escándalo. El repudio porque lo propone Vox es como recordar que una de las leyes estrella de este Gobierno, la de la eutanasia, el aborto crepuscular, lo aprobó la Alemania nazi en mayo de 1940. Vivimos en una sociedad con suficientes medios para evitar llegar a situaciones tan extremas y dolorosas. Reconocen el derecho a cambiar de sexo, de género o de galaxia, pero les niegan el derecho a vivir, a que ese hálito tempranero alcance el certificado de una obra maestra. La más hermosa de la creación. Un residuo, un estorbo, una rémora. En una sociedad que ha encontrado el hedonismo de los mediocres: sin dolor, sin sufrimiento, sin compromiso. Vano espejismo, porque todo eso nos espera en la esquina del tiempo. No van a vivir, no van a votar, pero sus espectros de vidas fallidas, de almas en pena, ya están haciendo mucho ruido en la estruendosa campaña electoral. Los gritos del silencio.

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