Mercedes de pablos

Periodista

Pero, también, grullo

Pobres Churchill o Chesterton, parece que hasta en el baño hacían sesudas reflexiones

Hay frases fondo de armario, y entrevistas también. De hecho hay algunos prohombres que parecen haber nacido para que sus palabras quedaran esculpidas en el imaginario presente y futuro. Tantas que a menudo son apócrifas. Pobres Churchill o Chesterton, parece que hasta en el baño hacían sesudas reflexiones para imprimir en los calendarios aquellos tan viejunos y tan monos, aquellos que se ponían en las mesas de despacho cuando no había influencers ni caris que tuvieran Instagram.

A Luis Rojas-Marcos, nuestro siquiatra más internacional le pasa. Hace poco le hicieron una entrevista cuyo entrecomillado se está haciendo viral, esta vez para bien si me permiten la arbitrariedad. "Hay que decir cuéntame, perdona y te quiero más veces" dijo, o queda escrito que dijo el sevillano ciudadano de Nueva York, y esto que lo hubiera suscrito mi abuela sin subirse las gafas ha corrido como la pólvora, tal vez por esa necesidad que tenemos de pensamientos tranquilos y esperanzadores.

Rojas-Marcos, Luis, me cae francamente bien, tiene una generosa lucidez que hace que cada vez que abra la boca valga la pena, pero acongoja un poco que su aseveración más obvia, con todo lo que viene diciendo, se convierta en extraordinaria entre tanto ruido, tanto guirigay y tantísima rabia. Los malotes se han puesto de moda, los zascas han sustituido a las frases de Tagore y, más que el humor, la bofetada sin manos se ha convertido en la máxima expresión de inteligencia.

No niego cultivar una, seguro que malsana, tendencia a la broma ácida y corrosiva. Amo a los de Mongolia y me cautiva la mala leche de hasta los que me ofenden si me paro a pensar (que no lo hago en el contexto del chiste y las palabras, prefiero ofenderme por las obras), pero aborrezco de espectáculos tipo Mejide al que no le tiembla el pulso en enfrentar al padre de un chaval con síndrome de Down con Arcadi Espada, otro malote, que más que provocar se ha convertido ya en el Kurtz de Coppola. Y ante tanta avaricia por lo agarrotado (de garrote más que de envarado), ante tanta lejía, no se nos ocurre mejor arma que una suerte de pensamiento Mimosín, más débil que Popeye a dieta de lácteos.

Es tentador contestar a lo bestia con lo más bestia. Estamos oyendo tanto exabrupto que, cada uno en su cubil, estamos en la esquina del ring dispuestos a contestar a mamporros, dejando las sagradas reglas del boxeo para el Crack de Garci o Por un bistec de Jack London.

Y en contraste cultivamos un gusto inédito, por general, a los lugares comunes que adoramos cual resumen de la obra completa de Zweig o Steiner, dos compulsivos. Será por eso que no me quito de la cabeza, con rabiosa nostalgia, a ese tocapelotas lleno de ingenio que fue Chicho Sánchez Ferlosio: "Dicen que son mis coplas del dieciocho porque yo a lo podrido le llamo pocho, ay Pero Grullo si tuvieran las Cortes consejo tuyo".

Lo tienen, maestro.

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