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DERBI Sánchez Martínez, árbitro del Betis-Sevilla

La guerra del derbi

Vender el derbi como ejemplo de sevillanía -esa untuosa palabreja- es casi vender humo

El fútbol ha sido históricamente otro nombre de la guerra, la política y la ideología. En Bosnia, en la frágil Mostar de las cicatrices, el equipo del Velez de los bosnios musulmanes y el Zrinjski de los nacionalistas croatas (aquí jugó Modric) evidencian la separación de la sangre y el recelo de cuna que finge pasar por alto su célebre puente otomano sobre el Neretva. De Bosnia a Ucrania, hay tropecientos ejemplos del fútbol como reinterpretación de la guerra.

Se dice ahora que el derbi sevillano ha recobrado el aroma bélico que tenía en los 90 con Lopera y Luis Cuervas (el abstemio de El Fontanal y el juguetero degustador de caldos ambarinos: ambos siempre en nuestros corazones). Un punto álgido se alcanzó en 2007 con el derbi del busto loperiano en el palco del Betis. Fue el del botellazo a Juande Ramos y el de Del Nido (padre) expuesto allí mismo en besamanos para veneración de los fieles. El belicismo rozaba las dos aceras balompédicas de la ciudad. Recuérdese el biri y danzante ebrio que en 2002 quiso agredir a Toni Prats sobre el pasto del Pizjuán.

Los picos violentos en los derbis superan ya a los capítulos más chocantes o directamente divertidos. El episodio del palo a Jordán en la Copa ha tenido su continuidad. La cacareada guasa sevillana del fútbol -siempre tuvimos nuestras reservas- es ya o un invento o un apunte de guía turística. Los futbolistas del Betis y del Sevilla se brearon a patadas criminales y a una especie de repetitiva yihad del codazo. Pero, al menos, fueron honestos y lo explicitaron todo a la vista, sin subterfugios ni tretas de trastienda por parte de hilos aviesamente invisibles. Parece ser que esto es cosa de los llamados hooligans o tifosos trajeados y sus adláteres (sin olvido de algún Goebbels al servicio ¿informativo? de la causa). Los hinchas se dan matute en redes sociales, embozados en seudónimos o su parecido. El personaje ridículo que se ha comido a Monchi lanza su ostentoso gesto a los suyos en pleno Villamarín. Un empleado del club verdiblanco insulta y amenaza a un periodista de la Cope. Los nervios, dicen. El Betis nombrará persona non grata a Monchi para que no acuda más al palco por provocador. El Sevilla denunciará a Antiviolencia un tifo de los ultras del Betis, divididos a palos entre ellos, y que tiene la ironía de ser defendido por los ultras del Sevilla (en esto sí que el derbi alcanza su punto esotérico). Vender el derbi como ejemplo de sevillanía -esa untuosa palabreja- es casi vender humo. Para eso mejor el incienso del puestecillo de efluvios de la calle Córdoba.

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