Sólo una diferencia, dolorosa diferencia que lleva trazas de eternizarse para la subida del telón en el santuario bético. Todo igual, incluido el juez de la cita, de como fue hace un año la apertura de curso, menos algo tan importante como es la ausencia de público. Las gradas vacías como peaje doloroso que vamos a ver cómo resulta, qué incidencia tiene esa desertización de las gradas en el rendimiento de la tropa que ordena Pellegrini.

Los números dicen que el Valladolid no puede presumir de su papel en Heliópolis, pero no debe olvidarse que ganó en sus dos últimas apariciones. Está muy fresco el recuerdo de lo ocurrido el curso pasado con aquella rigurosa y tempranera expulsión de Joel Robles que condicionaría la noche. Y como pasa tanto en el ámbito verde, blanco y verde, si no quieres caldo, un par de tazas o más con la presencia del aragonés Jaime Latre en el trascendental papel de juez.

Y comparece un Betis que, al fin, inició un ejercicio con triunfo. El gol de Tello sobre la última campana en Mendizorroza ha hecho que muchos fantasmas de los que suelen revolotear por el nido bético hayan plegado velas no se sabe por cuánto tiempo. El equipo no dio para tirar cohetes ante el rústico Alavés, pero los triunfos son el mejor dopaje. Crece la autoestima y se dispara la confianza en sí mismo, pero de poco valdrá ese éxito si no se refrenda esta tarde.

Me gusta el orden del equipo pucelano y bien que mereció derrotar a la Real, pero un error de su portero impidió la victoria. Es un grupo bien armado, sólido atrás y con el peligro de que es capaz Guardiola en ataque. Nos llega, por tanto, un partido que puede tener carácter de trampa no más el Betis deje en camerinos el carácter exigible. Ya hace más tiempo del debido que no vence al Valladolid, conque cuidado, que si no hay enemigo pequeño, éste de hoy no lo es en absoluto.