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Gafas de cerca

josé Ignacio / Rufino

El 'hacker' renegado

COMO un Kim Philby de un mundo donde el verdadero poder son los datos que, en vez de traicionar a la inteligencia británica para -comunista convencido y nunca declarado- venderse al KGB soviético, cambia su condición de hacker por la de defensor de la ciberseguridad de una multinacional. Como Figo cuando fichó por el Real Madrid, dejando al Barça con el mayor ataque de cuernos de su historia. La contratación de un conspicuo reventador informático, Chema Alonso, por parte de Telefónica para convertirse en su Chief Data Officer, o sea, el máximo responsable del asunto más importante y con mayor relevancia en el futuro para la multinacional española. Y el responsable de seguridad.

La noticia tiene su morbo, y casi todos los titulares que la resumían inducían a pensar que Chema -que lo conozcan a ciertas alturas por el apodo suma más que resta a su prestigio- prácticamente había abandonado hace unos días la itinerancia y la clandestinidad necesarias para no ser pillado por sus ataques, y que ha renegado de su condición de antisistema por un inmenso puñado de dólares. Y ninguna noticia que diera cuenta del fichaje pudo evitar la tentación de sacar la foto del nuevo ejecutivo con gorrito de lana y melenas, como recién bajado del monopatín para ponerse a bailar break dance. La foto es antigua. Hoy no lleva gorrito ni melena ni hace poses de breaker. Hombre, por Dios.

Chema Alonso, sin embargo, abandonó el "lado oscuro" -otros pensarán que se pasó a él- hace ya bastante tiempo, y lleva quince años en el ejercicio de la consultoría de seguridad de sistemas informáticos e internet, con una compañía de su propiedad. Nuestro gozo en un pozo. De hecho, él sostiene que una hacker es un experto en seguridad. Lego que es uno en la materia, tal cosa me pareció como si me dijeran que Long John Silver era un transitario de buques y no un terrible pirata. Que Robespierre era una beata que se pirraba por una novena y un besapiés.

La leyenda puede esperar. Mientras tanto, Telefónica manda al mundo exterior un mensaje de apertura, de modernidad, de falta de prejuicios. Lo hace de la mano de su máximo jefe, recién aterrizado a la compañía, José María Álvarez-Pallete, un joven -bueno, 52 años, para mí es más joven que viejo- cuya imagen rompe con la ya carpetovetónica y no muy dinámica que despedía César Alierta, un césar en verdad, un hombre ya de otro tiempo. Románticos, nos ha gustado pensar que un hacker algo descuidado y cafre se hace jefazo de una compañía global. Pero no es así. Qué va.

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