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SantiagoGallego

helen MIRREN: la reina del cine británico

HELEN Mirren ha sido siempre una rara avis dentro de esa gran tradición interpretativa británica, cuyo sedimento teatral ha resultado a menudo problemático en su salto a la gran pantalla. No fue éste el caso de la Mirren, a la que ni su formación clásica, sus orígenes rusos o su linaje aristocrático le impidieron jamás adentrarse en las callejas más oscuras, disfrazarse con brillantez de chica de barrio, o rodearse de amistades poco recomendables en su ya larga carrera cinematografica; y mucho menos la disuadieron, ya desde sus primeros pasos en la pantalla, de mostrar su cuerpo, orgullosa de la rotundidad griega de sus mareantes formas. Era inevitable pues que fuera un peeping tom como Michael Powell (ya en retirada, pero como su compatriota Hitchcock, más libre que nunca), el descubridor de todo el potencial erótico y turbador de la futura estrella en aquella inolvidable zambullida con la que nos obsequió en Age of Consent. Otros, como el oportunista Ken Russell en El mesías salvaje, quisieron repetir la jugada, pero el truco no funcionó, entre otras cosas porque los cuerpos y el sexo siempre tuvieron en él un componente malsano, un tufo a monaguillo libidinoso obligado a flagelarse por ceder a las tentaciones de la carne.

Aunque como concienciada votante progresista Helen Mirren haya tenido también que tragarse caramelitos envenenados (su papel como sufrida madre de un terrorista del IRA en huelga de hambre en El nombre del hijo) ha sido en sus poderosos retratos de rica heredera en fuga (Oh! Lucky Man), de sensual y pérfida hechicera (Excalibur), de pareja de un bruto sádico (El cocinero, el ladrón y su mujer, en la que volvía a desnudarse cerca ya de la cincuentena) o como Isabel II en La reina, donde esta excelente actriz ha dejado las interpretaciones por las que será recordada.

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