TRÁFICO Cuatro jóvenes hospitalizados en Sevilla tras un accidente de tráfico

La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Una hermana de la Cruz

Resplandecía más que una novia porque la suya es en la única boda en la que morir une más y del todo con el Amado

Una mujer pobre nacida en 1846, hija de un cardador de lana y una costurera, que empezó a trabajar en un taller de calzado con 12 años, sigue cambiando hoy la vida de otras jóvenes la mayoría de las veces nacidas en familias más acomodadas, dotadas de más instrucción -aquella joven apenas la tuvo- y en una sociedad más opulenta. Hace exactamente 148 años esta joven anotó: "Hoy, 1 de noviembre de 1871, hago propósito yo, María de los Ángeles Guerrero, a los pies de Jesucristo crucificado, de vivir conforme a los consejos evangélicos, imitar la vida oculta de Jesús en lo exterior; y en lo interior vivir crucificada con Jesús". Su modelo, tan pobre como ella si no más, era un judío hijo de un carpintero que vivió esa vida oculta en un pueblo llamado Nazaret, predicó en tan extremas condiciones de pobreza que no tenía ni dónde reclinar la cabeza y murió humillado en una cruz diecinueve siglos antes de que Ángela naciera. Pero así es como Dios quiso ser hombre.

En 1876 se aprobó el Instituto inspirado a Ángela por el hijo del carpintero. Su propósito era hacerse pobre con Cristo para ser pobre con los pobres y así atender sus cuerpos y sus almas de igual a igual, sin humillarlos. Parece broma, siendo ella tan pobre. Pero los había aún más necesitados. Ha pasado un siglo y medio y el testimonio de aquella joven sigue atrayendo a otras jóvenes. Una que conozco hizo no hace mucho la profesión temporal que sigue a la toma de hábitos y culminará con los votos perpetuos. Un largo camino propio de la seriedad alegre y el dulce rigor de las Hermanas de la Cruz.

La diferencia entre ellas y la mayoría de nosotros es simple. Creen en Dios con la certeza de quienes oyeron a Jesús en persona decirles: "Si quieres ser perfecto, anda, vende tus bienes y dáselos a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos. Luego, ven y sígueme". Eso ha hecho esta joven sevillana. Renunció a todo y escogió la limpia y santa pobreza voluntaria de las Hermanas de la Cruz para darse del todo a Dios remediando pobrezas no queridas, auxiliando soledades no deseadas, socorriendo esas necesidades y carencias extremas que tantas veces amenazan con envilecer y desesperar a quienes las padecen.

Estaba seriamente feliz abrazando su compromiso. Resplandecía más que una novia porque la suya era la única boda en la que no existe el "hasta que la muerte os separe", la única en la que morir une más y del todo con el Amado.

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