Trinidad Perdiguero

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Dos Hermanas y Alcalá de Guadaíra

Muchos de los que hojean estas páginas habrán pasado de largo de un artículo titulado con el nombre de dos pueblos de Sevilla, una provincia en la que nunca se ha discutido el liderazgo de su capital, que lo ha sido también para sus municipios; incluso, para aquellos que han funcionado como centros económicos y culturales cuando la agricultura tenía, si cabe, más peso que ahora.

Pero lo de Dos Hermanas y Alcalá de Guadaíra es ya otra cosa. Con más de 132.000 habitantes (bastantes más con los no inscritos), Dos Hermanas tiene más población que una veintena de capitales del país: más que las catalanas de Gerona y Tarragona y a punto de coger a Lérida; más que Lugo, Orense, Vigo y Pontevedra; más que Cádiz y Jaén y cerca de Huelva; y supera a Cáceres, Guadalajara, León, Toledo, Zamora o Palencia. Alcalá, con más de 75.000 vecinos, deja atrás a Ávila, Ciudad Real, Cuenca, Huesca, Segovia, Teruel o Soria. Aunque a veces, Alcalá y Dos Hermanas casi tengan que hacer suyo el lema de que también existen para que su realidad sea tenida en cuenta.

Más allá de problemas como el transporte público (sangrante en Alcalá) o del peso político de sus alcaldes (reforzado en el caso de Toscano con el ascenso de Pedro Sánchez), es curioso que se hable periódicamente de la necesidad de crear "sinergias" entre Sevilla y Málaga pero no se plantee con estas ciudades, a un tiro de piedra y que han crecido con los mismos vecinos.

Mientras, Entrenúcleos sigue captando proyectos estratégicos: las obras de la Universidad Loyola Andalucía van que vuelan y, salvo sorpresa, el Betis trasladará allí su ciudad deportiva; Alcalá, además de como enclave empresarial, se consolida como destino patrimonial de la aglomeración urbana: con su castillo, con las actividades en torno a su pan y la Ribera del Guadaíra.

Parecía que algo iba a cambiar cuando Juan Espadas llegó a la Alcaldía de Sevilla. Antes, fue el consejero de Medio Ambiente y de Ordenación del Territorio, artífice del Plan de Ordenación del Territorio de la Aglomeración Urbana de Sevilla. Al asumir el cargo municipal, dijo que se empezaría a tener en cuenta esa realidad, convocó a los alcaldes metropolitanos y anunció que se crearía un equipo de trabajo para la promoción industrial conjunta. Se quedó en un titular.

Es esa fuerza centrípeta, que tiene que ver menos con el dinamismo de la capital que con inercias que terminan dando prioridad siempre a lo que atañe a la ciudad. Incluso, a lo que se refiere al centro de la ciudad más que a sus barrios y periferias. No es sólo una cuestión política, sino también de una sociedad que ha engordado esos núcleos sin valorarlos ni reivindicarlos más que por ser el lugar donde se pernocta. Y todo eso se refleja en los medios de comunicación. Lo que pasa en Alcalá y Dos Hermanas sólo cobra importancia si es un cruento suceso. Pero incluso así, cuando ocurre en lo que eran barrios humildes que han derivado en grandes bolsas de marginalidad, ni nos planteamos lo que supone de fracaso de un modelo de crecimiento que no ha servido para hacer ciudad sin las rémoras de las urbes viejas.

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