El himno en bañador

El juego de aguas aumentaba su espectacularidad por los temas musicales y las cambiantes luces

Estaba yo sumergida en unas cálidas aguas termales de una gigantesca piscina circular cuando del centro, emergieron varias grandes columnas verticales de agua. De su eje brotaban, con impresionante vitalidad, desproporcionados borbotones que tocaban el lejano techo que provocarían la envidia de pícaras imaginaciones. Una joven pareja permanecía a mi lado observando la misma escena. Cada uno estábamos encajados en una cavidad en forma de u, y de cuyos suelos salen disparados chorros de agua con los que puedes masajearte las plantas de los pies y, por las paredes, distintos puntos del torso. Ellos estaban tan tan abrazados que entre sus cuerpos era difícil hasta que pasara entre ellos el propio aire, siquiera la propia agua. Había muchas más personas que, debido a esa inmensidad acuática, pasaban desapercibidas. El juego de aguas incrementaba su espectacularidad por los temas musicales y las cambiantes luces. Sonó con potencia la banda sonora de la Guerra de las Galaxias, que hizo sacar del cajón una añorada adolescencia a alguna desgastada de Mozart. El tiempo que duraba el entretenimiento detuvo todos los ejercicios de natación y los masajes de los usuarios. Aquello supongo que duraría unos quince minutos. Tampoco llevaba reloj. Pero quería verlo al completo. No todo el mundo tiene interés por verlo terminar, no es que sea tan atractivo como para pagar una entrada. Ni hay que hacerlo. Pero entre los relajantes 31 grados de temperatura del agua y que vas recibiendo los masajes de esta fuente y aquel grifo todo resulta un imán para no salir del agua. Lo llamativo llegó al escuchar el himno de Asturias como colofón del espectáculo musical. Le recuerdo que es un espectáculo diario: ¡dos veces! Y vi que todas las personas, incluida la pareja de enamorados que estaba a mi lado, se irguieron dentro del agua. Olvidaron el estar disfrutando de los chorritos y se pusieron en pie. Empezaron a cantar el himno de Asturias dentro del agua mirando los chorros que salían del centro de la piscina del balneario como si fuera su bandera y a mí me empezaron a salir lágrimas porque no podía evitar llorar al ver cómo en un lugar tan aparentemente alejado de cualquier compromiso oficial se estaba respetando alto tan patriótico. Fue en el balneario de Las Caldas Villa Termal de Asturias. Otro pueblo tan valiente como Andalucía, donde cantamos nuestro himno y el de España con orgullo y honor. Será porque quienes lo patean en público no se respetan ni a sí mismos en privado.

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