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juan / ojeda

Dos hombes y un destino

NO estoy seguro de si viene muy a cuento mencionar la película de Roy Hill, protagonizada por Redford y Newman, pero el título es precioso, y preciso, para la ocasión. Y es que la ocasión fue el debate de investidura de Susana Díaz como presidenta de la Junta de Andalucía. Bueno, ya lo es y, a partir de ahora, le toca demostrarlo. Pero yo voy a otra cosa, y es que allí, en el salón de plenos de las Cinco Llagas, estaban sentados en sus escaños Javier y Pepe, o Arenas y Griñán, dos de los grandes protagonistas de la política andaluza en los últimos años. Parecidos y diferentes.

Los dos han hecho el viaje de ida y vuelta desde la política andaluza al Gobierno de España. Los dos han sido ministros de Trabajo y también los dos fueron candidatos en las últimas elecciones autonómicas a la presidencia de la Junta. Javier ganó y no lo fue. Pepe perdió y sí lo fue. Los dos se han ido, pero están. Al menos, en esa última sesión estaban los dos. Griñán ocupando todavía el primer escaño del banco del Gobierno, como presidente en funciones, y Arenas como uno más -eso es un decir- en la bancada del grupo popular, desde que dejó el primer escaño cuando renunció al liderazgo del PP andaluz. Así que Javier y Pepe, los dos, han renunciado, por motivos diferentes y en circunstancias distintas. Pero los dos lo han hecho.

Así que allí estaban, no sé si se miraron, pero seguro que eran conscientes de sus respectivas presencias, escuchando el discurso de investidura de alguien, una mujer joven, perteneciente a una generación que nada tiene que ver con las suyas. Y lo que a uno le gustaría saber es lo que pensaban Pepe y Javier, no de lo que decía Díaz, sino de lo que a partir de ese momento iba a ser su propio destino. Los dos son políticos de raza, y con sus virtudes y defectos le han dado nivel a la vida pública andaluza, aunque con características personales completamente dispares. Javier es la intuición, la simpatía desbordante, la brillantez, la capacidad de seducción y el torrente de ideas, con una absoluta dedicación personal al ejercicio de la política. Pepe es el método, el cálculo, amable sin sobreactuaciones, culto e irónico, y para él el ejercicio de la política no ha sido su obsesión. Es menos fajador que Javier y, por eso, en los últimos tiempos, algo se le había roto por dentro.

Ahí están, mirando desde los ojos de la experiencia el comienzo, se supone, de un tiempo nuevo. Los dos han luchado por Andalucía, y ahora es otro su destino.

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