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La esquina

josé / aguilar

El hombre que retó a su destino

NINGUNA de las grandes crisis del PSOE contemporáneo (abandono del marxismo, OTAN, renovadores y guerristas) ha tenido la crudeza y la virulencia de la actual. Ninguna ha disimulado tan mal como ésta su condición básica de guerra por el poder enmascarándola como disputa ideológica. Ninguna acabó en los tribunales, como la de ahora corre el riesgo de acabar. Por lo pronto ya pintan mucho en Ferraz los seguratas y los cerrajeros.

Quiere ello decir que hay un choque de legitimidades que la política es incapaz de resolver -y menos, la fraternal política entre compañeros-, de modo que el PSOE está a cinco minutos de acudir a los juzgados para que las togas decidan su futuro. La peor de las soluciones posibles. Contundente, sí, pero desgarradora y lenta.

Sin olvidar el fondo realmente trascendental de la crisis (el desconcierto de la socialdemocracia en este tiempo, la irrupción del populismo, el retroceso ideológico), todo esta catástrofe tiene su origen en la deficiente gestión del poszapaterismo. Fracasado el interregno de Rubalcaba, se implantaron las primarias y los poderes tradicionales del socialismo, desconfiando de Eduardo Madina, auparon a la secretaría general al desconocido Pedro Sánchez (hasta su ambición se desconocía).

Su misión era simple y escueta: calentarle la silla a Susana Díaz. Guardarle el sitio hasta que ella dejara atado y bien atado el territorio andaluz (el mayor poder institucional del socialismo desde hace tiempo). El de Sánchez sería un liderazgo bajo tutela, vicario y transitorio. Como suele ocurrir, el rehén se sublevó contra su destino. Se creció con el único argumento de que él ha sido votado por los militantes. No es poca cosa, pero sí tiene menos valor que el hecho de que colecciona derrotas electorales. Hasta seis desde que tomó las riendas prestadas del partido. Cada una más rotunda que la anterior.

Evidenciada la contumacia del secretario general en estado agónico en no apearse del cargo ni con los geos en acción, digamos también que la situación bordea el abismo por la deslealtad y cobardía con que han actuado los barones territoriales que lo acosan. Se lo habrían ahorrado si hubieran forzado la dimisión de Sánchez tras sus fracasos electorales o hubieran asumido abiertamente que el fin del bloqueo institucional pasaba por la abstención de los diputados socialistas.

Y mientras, Rajoy se fuma un gran puro.

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