Un hombre de teatro: José Manuel Padilla

Al coincidir en Esperpento y en Teatro del Mediodía pude aprender de él

Mucho aprendimos de teatro al lado de José Manuel Padilla los que tuvimos la suerte de tratarlo fuera y dentro de un escenario. Porque él conocía todos los entresijos del teatro sevillano de una época. Desde los espectáculos promocionales de Galas Juveniles, en los teatros San Fernando y Álvarez Quintero, muy apreciados por el público de aquellos días y llenos de jóvenes artistas que, desde Triana o la Alameda, llegaron a recorrer los escenarios de medio mundo con gran éxito, hasta el mejor teatro independiente. Cuando algunos universitarios empezaron a hacer sus inicios teatrales en Gorca Pequeño Teatro o el TEU, él ya era un joven profesional que actuaba como regidor y técnico de escena. Al coincidir en Esperpento y en Teatro del Mediodía pude aprender de él cómo resolver algún efecto escénico o como armar un forillo o una transparencia en un telón con recursos artesanos de toda la vida y que funcionaban a las mil maravillas. Conocimientos transmitidos de tramoyista a tramoyista durante decenas de años y que, en aquella Sevilla, aún estaban vivos y José Manuel era uno de sus conocedores.

En Teatro del Mediodía decidimos montar La Tempestad de W. Shakespeare y una de las cosas que queríamos conseguir era mostrar al público la madurez artística y escénica de nuestra compañía. Y fue todo un acierto confiar el papel de Esteban, el despensero borracho del Rey de Nápoles, a José Manuel Padilla. El texto decía que el personaje había rescatado del naufragio un tonel de vino. Y se me ocurrió proponer la imagen del personaje como nuestro Gambrinus de la Cruzcampo. Un barrigudo risueño de mofletes sonrosados que, sentado sobre su barril, gesticulaba en un traje rojo con camisa blanca y sombrero con pluma. Una especie de Falstaff sevillano que Padilla encarnó con maestría y convicción. Su presencia y su voz llenaban el escenario y era capaz de llegar directamente a los espectadores. Las excelentes réplicas de Antonio Andrés, en el papel del bufón timorato, compusieron algunas de esas escenas memorables que el dramaturgo inglés construía como nadie, para divertir y enganchar al público entre otras partes del espectáculo de mayor calado dramático.

Pero si es imborrable esa interpretación de Padilla, igual o más lo es la del tertuliano de casino de pueblo, con efigie machadiana que compuso en el Juan de Mairena que montó Mediodía. La réplica se la dio en aquella ocasión Martín Vega Sanz, otro actor y artista polifacético, que disfrutamos cara a cara en aquellos años. Otra fuerza de la naturaleza como José Manuel, de voz poderosa y mente inocente de poeta, que nos hicieron vivir algunas de las mejores escenas del teatro sevillano. Coincidimos algunas veces más en los escenarios, pero me basta con recordar esas dos interpretaciones de Padilla, para saber que hemos vivido junto a un hombre de teatro de los pies a la cabeza y que, aunque ahora lo echaremos de menos, siempre será historia viva del teatro sevillano.

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