PASA LA VIDA

Para hundirnos lo mejor es el 'Titanic'

EN Sevilla hay una larga tradición de apuntarse a quimeras fuera de nuestra órbita cuando da bocados la cruda realidad. Con el paisanaje noqueado por el virus de la crisis económica, los bancos negando préstamos al 72 % de las empresas que los solicitan, el paro desangrando las costuras del bienestar y el Gobierno desarbolado por el chorreo de estadísticas adversas, el portavoz del PP en el Ayuntamiento, Juan Ignacio Zoido, le pide al presidente Chaves que apoye a Sevilla para que se regale suelo y se den todas las facilidades a la hipotética construcción de una reproducción a escala real del Titanic que haría las veces de hotel y recinto de ocio con su aureola de lujo frustrado.

Para hundirnos del todo con la actual crisis, que va para largo, lo mejor es subirnos a bordo del Titanic y montarnos una película más de este histórico serial de apuestas equivocadas (¿les suena aspirar a los Juegos Olímpicos?), en lugar de afanarnos en transformar Sevilla en serio. Me rebelo a que siempre interpretemos el papel de Blanche Dubois (Un tranvía llamado deseo) o Norma Desmond (El crepúsculo de los dioses).

Felicito al empresario Jesús Ferreiro por su capacidad para comercializar el mito del fatídico barco. Y por vender la idea de un parque temático en forma de Titanic, en la que habrían de implicarse todos esos empresarios sevillanos ávidos de dar un pelotazo pero maniatados porque los bancos no les dan crédito. Pero, desde el punto de vista de Sevilla, mueve a risa y después a pena implicarnos en una ficticia competencia con ciudades como Las Vegas (que es donde habrá inversores para erigir un Titanic falso, pues toda ella es una urbe de esa guisa para hoteles y casinos) en función de un hito que en nada tiene que ver con nuestra historia. Un Titanic en Sevilla es como 30.000 pisos en Seseña.

En una ciudad más seria, el debate sería sacarle partido lúdico-cultural a nuestra magna historia: la Itálica de Trajano y Adriano, la conquista de América, Cristóbal Colón, Velázquez, etcétera. A la vista está la raquítica capacidad y paupérrima inventiva. Rompe la regla la Fundación Nao Victoria, que construye la réplica de un galeón que irá y volverá de la Expo Shanghai 2010. Convertir el Guadalquivir en el muelle de un buque inglés en lugar de revivir las flotas de Indias no se le hubiera ocurrido ni a los cazatesoros del Odyssey que nos expolian riéndose del Gobierno español. Pero así nos va.

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