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LA foto que reproduce hoy este periódico en su portada es, probablemente, uno de los documentos gráficos más escalofriantes de lo que está sucediendo durante estos días en el Egeo, con miles de personas desesperadas y aterrorizadas por la guerra civil de Siria intentando alcanzar las costas griegas ante una Europa que, una vez más, se ve desbordada por los acontecimientos y es incapaz de tomar decisiones urgentes y efectivas. Un niño ahogado en una lejana y desconocida playa turca resume una tragedia ante la que los europeos nos sentimos impotentes y perplejos. No publicar este testimonio amparándonos en nuestra intención de no herir la sensibilidad de los lectores hubiese sido incumplir uno de los principios elementales del periodismo: denunciar las injusticias y las tragedias allí donde se den.

Desde hace ya décadas, el Mediterráneo se ha convertido en una inmensa tumba para miles de personas que intentaron alcanzar Eldorado europeo. Sólo en lo que va de año, unas 350.000 personas han llegado ilegalmente al litoral del Viejo Continente y, según la Organización Internacional para las Migraciones, más de 2.600 habrían perdido la vida en este intento, cifra que algunas ONG consideran ridícula. Nunca se sabrá exactamente cuántas existencias se malograron en las aguas del mar.

A lo que hasta ahora era una avalancha humana provocada por la miseria en la que viven muchos países africanos, se ha unido ahora lo que podríamos denominar la herencia más negra de ese fenómeno que en su día se llamó, quizás ingenuamente, Primavera Árabe. El desmoronamiento de países como Libia y, sobre todo, el apocalipsis en Siria está propiciando unos flujos migratorios que Europa es incapaz de absorber.

La crisis económica y el miedo no siempre expresado de los europeos a perder su bienestar imposibilitan una política de puertas totalmente abiertas, pero se pueden buscar muchas soluciones intermedias y, sobre todo, actuar en los focos más calientes de los conflictos que están provocando esta inmensa estampida humana. Una vez más, se pone en evidencia que Europa no puede ser una isla de progreso en un mundo violento e injusto. Debemos abrirnos al mundo y aportar soluciones por medio de la cooperación, la diplomacia y, cuando no exista más remedio, el uso de nuestras Fuerzas Armadas. ¿Hasta cuándo se va a seguir permitiendo la matanza en Siria? La foto del niño ahogado en las costas de Turquía puede suponer un antes y un después en esta cuestión. Esperemos que así sea.

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